¿Es posible que una historia, aparentemente ya muy manida, puede convertirse en una maravilla? Una pregunta que Pixar puede contestar afirmativamente, después de retrasos, cambios de dirección y drásticos de guión llega, por fin, ‘El viaje de Arlo’, una demostración del buen hacer de Pixar, incluso nadando a contracorriente.
¿Qué hubiera pasado si los dinosaurios no se hubieran extinguido y hubiera tenido que convivir con los humanos? Una premisa interesante que aquí es un mero macguffin para presentar la vida de Arlo, un pequeño y miedoso apatosaurus que vive con sus padres en una granja. Aunque su padre ve potencial, él no cree en sí mismo. Tras un grave accidente en el que su padre muere, el joven Arlo tendrá que enfrentarse a sus miedos. Sin embargo, tras un incidente, acabará separado de su familia. El pequeño apatosaurus tendrá que iniciar entonces un largo viaje de vuelta a casa en el que le acompañará Spot, un niño salvaje con el que, al principio, no se llevará bien pero que, después, entablarán una estrecha relación de amistad que les ayudará afrontar juntos el duro regreso al hogar.
Cierto, la trama suena vista, recuerda a ‘En busca del valle encantado’, ‘El rey león’, o ‘Dinosaurio’. Sin embargo, esta vez lo produce Pixar y el estudio tiene la habilidad de contar este relato de manera diferente, innovadora e, incluso, profundamente conmovedora recurriendo a elementos distintos a los ya mencionados. Un ejemplo es ese vínculo creado entre el apatosaurus y el niño humano. No hay diálogo entre ambos, provocando que se comuniquen de manera no verbal, dejando que los sentimientos y las sensaciones fluyan. Y ahí reside el toque Pixar, lo que hace a este relato diferente y muy propio.
También es una demostración de lo que puede hacer el estudio con un relato sencillo. ‘El viaje de Arlo’ se aleja de los niveles de complejidad y lectura de producciones como ‘Buscando a Nemo’, ‘Up’, ‘Toy Story 3’ o la reciente ‘Del revés (Inside Out)’. ¿Eso la hace peor? No, al contrario, hace del estudio un ejercicio de empatía similar a los que han hecho producciones europeas como ‘Ernest y Célestine’, ‘Kirikú y la bruja’ o producciones de la factoría Disney como ‘Winnie the Pooh’ o ‘Lilo & Stitch’. Una historia dedicada a un público más infantil pero al que se le trata con respeto y cariño, sabiendo conectar con sentimientos más claros.
Y esto ha sido gracias a Peter Sohn y Meg LeFauve. El primero tenía el enorme reto de volver a componer todo el trabajo desechado de su anterior director, Bob Peterson, la segunda tenía la labor de reescritura de un guión que ha apostado por alejarse de la dificultad de crear un mundo donde se muestran las diferencias y los problemas de convivencia entre humanos y dinosaurios para centrarse en la relación entre Arlo y Spot. Todo un ejercicio de dedicación, ya que ese vínculo es el gran punto fuerte de la película.
Mención aparte el aspecto técnico y visual. ‘El viaje de Arlo’ consigue combinar magistralmente unos personajes claramente animados con un escenario que parece haber sido rodado en acción real. El agua, los árboles, el viento o el cielo asustan ya que parecen completamente originales.
Quizás el punto negativo que tiene ‘El viaje de Arlo’ es la larga sombra que ha dejado este año ‘Del revés (Inside Out)’ y las sobre-exigencias de cierto tipo de público que considera que Pixar debe producir largometrajes más pensado en el público adulto que en el infantil y que ha olvidado la esencia del cine familiar. ‘El viaje de Arlo’ es una fábula de la transición de la niñez a la madurez hecha con mimo y delicadeza. Un cuento clásico del siglo XXI.
4 / 5