Crítica de un Amor entre dos mundos (2013)
Crítica de un Amor entre dos mundos (2013)
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En Un amor entre dos mundos nos encontramos con una producción que por desgracia pasará desapercibida en España y seguirá su camino sin pena ni gloria por las salas de cine tras fracasar estrepitosamente en los Estados Unidos. En otros casos, la causa esta justificada, pero esta película sin ser perfecta bien merecería un mejor posicionamiento, entre otras cosas, por su descaro visual.

Tras las cámaras encontramos a un argentino, Juan Diego Solanas, que también ejerce de guionista, con una pareja protagonista nada desdeñable formada por Jim Sturgess (Adam) y Kirsten Dunst (Eden), que lucharan por un amor que viene desde la adolescencia y superar las barreras de dos mundos cercanos pero diferenciados casi en su totalidad, incluyendo diferente atmósfera y clases sociales.

Donde Un amor entre dos mundos sobresale es sin duda alguna en su aspecto visual, fascinante, onírico y artísticamente una delicia para nuestros ojos. A veces, puede parecernos que ciertos decorados provienen directamente de los 80 como los vistos en obras como Blade Runner, pero ahí radica su encanto, su magia, en la sencillez está el gusto, la riqueza del detalle, las imágenes que transmiten algo, un mundo donde transportarnos durante hora y media y olvidarnos de lo que nos rodea.

Quizás sea, este aspecto visual, un arma de doble filo para la película de Juan Solanas. Una producción cinematográfica es un conjunto, un todo, donde los diversos factores que la componen formen una unión que se nutra de cada aspecto técnico, interpretación y guion y es aquí donde no se muestre como una realización redonda. Su atrevimiento y su descaro visual no se ve reflejado en ningún momento en el desarrollo de su historia.

Volvemos a una historia de amor, a la lucha de clases entre ricos y pobres, el bien y el mal, sin aportar, en el fondo, nada nuevo a lo que ya hemos visto mil y una veces. Pese a sus defectos, las virtudes ganan aquí con su peso sobre la balanza, por la química de sus actores, por un adorable Timothy Spall con el que sin duda te irías de copas y sobre todo, por su belleza plástica. Porque en Un Amor entre dos Mundos parecemos estar viviendo inmersos en un continúo fallo de “racord”, pero de los que se disfrutan con cara de tonto.

Autor de esta crítica: Antonio Orrán


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