En esta ocasión es el director Andrew Douglas (La morada del miedo, Searching for the Wrong-Eyed Jesus) el encargado de traernos el séptimo capítulo de Mindhunter, que ahonda un poco más en la relación de nuestros tres protagonistas, mientras nos presenta a un nuevo asesino entrevistado. El recap del anterior aquí, o si quieres repasar el resto de análisis de Mindhunter, click aquí. ¡Alerta spoiler!
Jerry Brudos
El nuevo entrevistado es Jerry Brudos (Happy Anderson), un señor que resulta combativo y acechante contra Tench y Ford. Si bien empiezan a entrevistarle utilizando el cuestionario ideado por Carr, Brudos se aburre y se cierra en banda, no dejando otra opción a Bill que la de saltarse el nuevo protocolo e improvisar.
Jerry juega con ellos, e incluso comenta que se escribe con Kemper y que seguro que se han creído las mentiras que les ha contado aquel primer asesino que nos presentaron. Puede ser un farol, pero la personalidad y los modos de Brudos crean una importante discusión más tarde entre Tench y Wendy, cuando ésta escucha las grabaciones.
No solo vemos un distinto enfoque a la hora de afrontar la entrevista, sino que las discrepancias entre la académica y el agente del FBI parecen ir más allá de la investigación. Bill no puede separar el travestismo ocasional de Brudos de su faceta sexual, y de ahí al impulso asesino. Carr, por el contrario, lo ve totalmente inconexo, mientras vemos a Ford entre dos aguas sin mojarse demasiado.
Pero atención, porque en este capítulo –por casualidad- Bill se fija en un detalle importante en las fotos del crimen sin resolver de Fairfield (el del primer episodio): los nudos que ve en una de las fotos del caso son marineros, sin embargo el pueblo no está cerca de ningún mar. Puede ser una pista importante.
Y también tenemos nuestro trozo del señor con bigote, esta vez emparejando todo lo necesario para asesinar encima de la cama, como cuando te regalaban las cosas por la Primera Comunión: guantes, cuerdas, ropa fácilmente lavable, y una pistola.
Vidas privadas
Como sea, las investigaciones de nuestros protagonistas empiezan a afectarles personalmente en sus vidas privadas. En el caso de Tench, todo se materializa cuando descubren -gracias a la niñera- que su hijo había cogido una de las fotos de los crímenes que investiga. Su mujer Nancy piensa que Brian solo quiere conectar con su padre, a lo que Bill se queja de que ni siquiera le habla. En busca de una solución, Nancy piensa que la musicoterapia puede funcionar.
Hay que tener en mente que, en la época de la serie, estas cosas no encontraban demasiado apoyo en gente como Tench. Bill tiene su propia opción, todo sea por intentar mejorar la situación familiar, tocada ya de por sí por la cantidad de crímenes y atrocidades que envuelven a Tench en el trabajo, y que se lleva a casa.
En el caso de Holden, Ford parece la mar de a gusto hablando con asesinos “secuenciales”. No duda incluso en contar cosas personales, en acercarse, en llevarles “premios” como los zapatos que le regala a Jerry. Pero también se lleva estos pensamientos a casa, y le sorprenden en pleno momento romántico-erótico-festivo con Debbie, cuando se fija en sus tacones. Obviamente, la investigación le está empezando a pasar factura.
Por último, tenemos que destacar que no vemos el mismo comportamiento en Wendy. De hecho, vemos en este capítulo a una Carr distinta, como más “humana”, después de un encuentro fugaz con lo que aparenta ser un gatito al que lleva comida. ¿Hasta qué punto se ve afectado cada uno por su nuevo trabajo?
Última actualización: 16/05/2020