John Krasinski, actor y director hasta ahora ajeno al género de terror, lleva a cabo con eficacia un título basado en una idea muy sencilla y fuerte, lleno de tensión y de atmósfera opresiva, pero que carece de un guión sólido que evite la sensación de cortometraje alargado y de producto industrial correcto pero excesivamente mecánico.
Un lugar tranquilo (A Quiet Place) de John Krasinski
En Hollywood una de las estrategias más habituales para conseguir financiación para un proyecto es el high concept, una idea atractiva que resuma el concepto de una película en muy pocas palabras, puesto que a los ejecutivos de los estudios no les gusta mucho leer párrafos largos, y en la que sea fácil ver potencial dramático, que se traducirá en potencial comercial. Un lugar tranquilo es un típico ejemplo de proyecto basado en un high concept sencillo y jugoso para un film de terror en el que se invierte la idea de la víctima vulnerable por sufrir algún tipo de discapacidad temporal o permanente de películas como La ventana indiscreta, Sola en la oscuridad, Terror ciego o Testigo mudo; aquí son los monstruos, llegados de no se sabe dónde ni importa saberlo, los que sufren la discapacidad, son ciegos, y la compensan apoyándose en el sonido, por lo que los personajes no pueden hacer ruido ni hablar para no ser capturados y devorados. El ejercicio de estilo de resolver la trama sin poder apenas apoyarse en palabras está servido.
Terror en lenguaje de signos
El actor y director ocasional John Krasinski, aquí protagonista y coguionista además de responsable firmante de la película, se muestra solvente para compensar la falta de diálogo con otros usos del sonido y con recursos visuales para crear angustia y aprovechar al máximo las posibilidades de la idea sin recurrir a sustos fáciles ni a escenas sangrientas; se diría que el hecho de que el director haya sido hasta ahora ajeno al género le hace buscar al público que no es consumidor habitual de terror pero al mismo tiempo sin decepcionar a los fans del mismo, que no es poco mérito.
No obstante, no todo es perfecto en Un lugar tranquilo, sobre todo si entramos en el terreno del guión; este último no consigue resolver el gran reto de este tipo de proyectos basados en un high concept, que es el dar cuerpo a la idea mediante un esqueleto dramático y unas subtramas que eviten la sensación de cortometraje estirado que uno no puede evitar sentir al ver esta película. El minimalismo de la historia, que se centra en una familia que ha perdido a uno de sus miembros, acaba siendo un arma de doble filo que da un toque intimista y de cine indie por un lado pero por el otro reduce la película a una sucesión de escenas tensas, tan bien resueltas como repetitivas, en las que los monstruos van acorralando sucesivamente a los distintos personajes. Los trucos del equipo de guionistas quedan al descubierto y resulta evidente que se han forzado las situaciones para que uno u otro personajes se encuentre solo/a y a merced de los monstruos en momentos determinados.
Un lugar tranquilo, cuyo título original, A Quiet Place, habría sido más exacto traducir por Un lugar en silencio, como se ha hecho en otros países de habla española, es un entretenimiento que funciona de manera eficaz tanto entre amantes del terror como entre quienes no lo sean especialmente, y que previsiblemente dará lugar a una saga, pero que podría haber explotado más sus posibilidades con un guión más elaborado.