Un pequeño drama familiar y costumbrista que nos acerca a la realidad de muchas mujeres en Costa Rica a través de una coproducción española, opera prima de la directora Antonella Sudassasi Furnis, agradable de ver pero que no deja de tener su punto reivindicativo.
EL DESPERTAR DE LAS HORMIGAS de Antonella Sudadassi
La escena con la que comienza El despertar de las hormigas anticipa lo que nos va a contar la película: una fiesta familiar de cumpleaños en un ambiente que desde el principio intuimos machista, puesto que los hombres se quedan sentados hablando mientras las mujeres les sirven y se encargan de las tareas domésticas. Una de las esposas, la encargada de preparar la tarta, sufre una crisis de nervios y empieza a destrozarla con las manos, pero pronto descubrimos que es una ensoñación y que la directora nos ha dejado asomarnos al interior de los pensamientos y la frustración de su protagonista. El truco de presentarnos los sueños como si fuesen realidad no es original pero ilustra muy bien el conflicto y nos sitúa en el escenario del relato, que es el ámbito de lo doméstico.
Una mujer al borde de un ataque de nervios
Historias sobre amas de casa que se sienten sometidas a una presión que las podría hacer estallar en cualquier momento, alienadas, encajonadas en un molde que no están seguras de que se haya hecho para ellas, y que pretenden ensancharlo, o incluso romperlo, hay muchas, y con muy diferentes enfoques: desde el neorrealismo esperpéntico de Qué he hecho yo para merecer esto de Pedro Almodóvar a la comedia romántica con toques feministas de Buscando a Susan desesperadamente, pasando por propuestas más reflexivas e introspectivas como Las horas o La mujer sin piano.
En estos tiempos en los que el feminismo ha cogido un gran auge, es seguro que, tal vez por oportunismo, pero no necesariamente, la película que nos ocupa será leída en clave política y, si el personaje central vive su crisis en soledad sin atreverse apenas a hablarlo con amigas ni con su familia, ya que solo tiene la oportunidad de relacionarse con la de su marido, ello será interpretado como muestra de la opresión a la que la sociedad patriarcal somete a las mujeres, aislándolas de las otras mujeres y creando un ambiente hostil a su alrededor.
No obstante, la directora parece no limitar su crítica a los hombres que llegan a casa y se sientan a que les sirvan la cena, sino también a las otras mujeres que no ofrecen sororidad a la protagonista. O tal vez la película no pretenda ser crítica con un modo de vivir, sino simplemente contar que hay personas que pueden no encajar en ese modelo y deben luchar por encontrar su camino y hacerse respetar. En cualquier caso, la mirada de Antonella Sudadassi, la directora, es lo suficientemente sutil como para que cada espectador pueda dar una interpretación más intimista o más social a la historia que cuenta.
Con o sin dimensión política, El despertar de las hormigas habla de un mundo familiar en una comunidad rural y cerrada, donde las familias son grandes, dan mucho trabajo y este recae sobre las mujeres. Su tono costumbrista y suave y la forma de envolver el conflicto dramático en la cotidianeidad, sin aspavientos pero recordando que está ahí presente, la aparenta con la reciente Verano 1993. No llega, eso sí, a la altura de esta última por una cierta sensación de cortometraje alargado en el que algunas, o tal vez muchas, escenas no aportan gran cosa, aunque sean agradables de ver, y por un final que sabe a poco y a solución de compromiso.