Gran triunfadora en la 52ª edición del festival de Sitges, El hoyo es uno de los títulos más importantes del cine español, y también del cine a secas, de esta temporada gracias a una cuidada atmósfera de pesadilla con ecos de Kafka, un excelente reparto, un guión muy bien trabajado que saca el máximo partido a su idea de base, y ser un producto que no da respiro al espectador pero que va más allá del entretenimiento.
EL HOYO de Galder Gaztelu-Urrutia
En 1998 Cube, una propuesta minimalista de ciencia-ficción con varios personajes encerrados en un cubo dividido en celdas, triunfaba en el festival de cine fantástico de Sitges. Algo más de 20 años después, otra opera prima claustrofóbica y distópica con muchos puntos en común con Cube convence, se puede decir con unanimidad, a crítica, público y jurado en el mismo festival. En realidad, una y otra beben de la misma fuente literaria, que es la obra de Kafka, el creador de la ciencia-ficción distópica de pesadillas creadas por mentes burocráticas perversas que sistematizan estructuras de tortura y control al servicio de estados totalitarios.
Ciencia-ficción made in Kafka
El hoyo da una, o varias, vueltas de tuerca a esta idea a partir de un texto muy sólido que se habría prestado también fácilmente para un formato teatral por desarrollarse en un único espacio.
Empieza con dos personajes que rápidamente atrapan al espectador: el recién llegado a la estructura-cárcel y el veterano cínico que explicará su funcionamiento y sus reglas. A partir de aquí se desarrolla una interacción entre personajes y una evolución del protagonista a lo largo de su encierro que funciona como una ambiciosa y lograda alegoría sociopolítica muy rica en lecturas además de que, a diferencia de otras propuestas similares de personajes atrapados en una situación de pesadilla, consigue no agotar su planteamiento original sino exprimir su jugo e ir desarrollando nuevos personajes y nuevas capas a lo largo de todo el metraje.
El magnífico guión de David Desola y Pedro Rivero es el plato fuerte del proyecto, junto con el reparto. Para Ivan Massagué, que lo encabeza, esta película puede y debería servirle para situarse en el mapa de los grandes actores del cine español; por su parte, el veterano Zorion Agileor tiene un papel secundario bombón cuya presencia llena buena parte del relato.
Estamos ante uno de los títulos más notables del cine nacional del año, que se perfila ya como candidato a varios Goya; debería ser una presencia segura en los apartados de dirección novel, guión original, actor protagonista y actor de reparto, además de otras posibles categorías técnicas teniendo en cuenta que en Sitges se han reconocido también sus efectos especiales. El mérito se multiplica al tratarse de una pequeña producción con un director debutante y un reparto sin grandes estrellas, exceptuando un papel pequeño pero importante interpretado por Antonia San Juan.
Pocos peros, por no decir ninguno, se le pueden poner al proyecto; conviene tener en cuenta, eso sí, que se trata de un título con una atmósfera opresiva muy lograda, con escenas de violencia física y psicológica, y cuya visión es amena pero no ligera, algo que no sorprenderá a los habituales del festival en el que ha sido premiada.