Los movimientos #TimeIsUp y #MeToo parecen estar sacudiendo con fuerza el mundo del cine y hundiendo las carreras de cineastas que hasta ahora mismo eran de prestigio como Woody Allen, Roman Polanski, Casey Affleck, James Franco o Kevin Spacey. En este artículo estudiamos casos anteriores de escándalos del pasado que hundieron o estuvieron a punto de hundir a otras estrellas en busca de similitudes y diferencias con la situación actual.
El movimiento #MeToo/Time is Up y otros escándalos de la historia del cine
Casey Affleck ha decidido, o probablemente le han presionado para que lo decida, no entregar el Oscar a la mejor actriz este año rompiendo la tradición de que el ganador del premio en una edición lo otorgue en la siguiente. En la misma ceremonia, que tendrá lugar el próximo 4 de marzo, James Franco no acudirá como nominado, y presumiblemente no acudirá de ninguna otra manera, tras haber sido hasta muy poco antes del anuncio de las nominaciones uno de los favoritos como mejor actor y director. Kevin Spacey, por su parte, ha sido despedido fulminantemente de una de las series de mayor exito de Netflix, que está por ver que pueda tener continuidad sin su estrella. El futuro profesional de los tres es muy incierto; pero no solo se han visto afectados por denuncias de abuso o acoso sexual estrellas famosas cuya imagen pública está expuesta ya por definición, sino también quienes están detrás de la pantalla. Con alguna excepción, los intérpretes que han colaborado recientemente con Woody Allen, una de las leyendas vivas del cine, están enviando mensajes de arrepentimiento o incluso devolviendo el salario que han cobrado, y parece que su última película ya rodada no va a ser distribuida. Por no mencionar por supuesto a Harvey Weinstein, uno de los más afamados productores de Hollywood hasta hace muy poco, y cuyo caso ha destapado una caja de Pandora que ha tumbado la carrera de todos los mencionados y de otros, que cada vez está adquiriendo mayores dimensiones y cuya repercusión parece imprevisible.
¿Se está limpiando Hollywood de sinvergüenzas cuyo tiempo se ha acabado, como dice ahora uno de los eslóganes de moda, Time is up? ¿O por el contrario estamos ante una nueva caza de brujas que puede empobrecer el mundo del cine al privarle de talentos valiosos y crear una atmósfera de delación? ¿Se está acabando con la ley del silencio de las víctimas del acoso o se está implantando una atmósfera de paranoia caldo de cultivo para chantajistas?
Hacía tiempo que el mundo del cine no se veía golpeado por un escándalo de estas proporciones pero es cierto que no es el primer terremoto de su historia. Echar la vista atrás hacia otros cineastas cuyas carreras sucumbieron o zozobraron por fuertes controversias, por problemas con la justicia, por la prensa amarilla o por campañas de odio nos puede ayudar a tener una visión más amplia y poder llevar a cabo comparaciones para analizar lo que está ocurriendo ahora.
Las estrellas depravadas del cine mudo: Roscoe (Fatty) Arbuckle
En su día fue uno de los cómicos más famosos del cine mudo, casi tanto como Chaplin o Buster Keaton. La muerte en 1921 de una actriz menos conocida durante una fiesta privada en un hotel en circunstancias nunca aclaradas fue pasto de la prensa sensacionalista de la época y empleada por sectores conservadores para crear la atmósfera que años más tarde llevó a la implantación del código Hays de censura en Hollywood. Aunque Arbuckle fue absuelto en los tribunales el juicio mediático paralelo no dejó de considerarlo culpable y símbolo de la depravación del mundo del cine; sus películas fueron prohibidas y prácticamente borradas de la historia, puesto que pocos se esforzaron en conservar copias de las mismas, y él cayó en el alcoholismo y murió con solo 46 años.
Los directores colaboracionistas (o no) del nazismo
Tras la liberación de los países ocupados por la Alemania nazi varios cineastas se vieron ante los tribunales acusados de colaboracionismo. Los dos más relevantes por su enorme talento e influencia fueron Henri-Georges Clouzot y Leni Riefenstahl.
Clouzot, uno de los padres del género de suspense admirado por Hitchcock, había dirigido en 1943, en la Francia ocupada por los nazis y a través de una productora creada por el propio Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler, El cuervo, donde unos mensajes anónimos empezaban a airear los trapos sucios de los habitantes de un pequeño pueblo. La película, a la que Tarantino hacía un guiño al ponerla en el cartel de la sala de cine que aparece en la parte final de Malditos bastardos, estuvo a punto de llevarlo a la cárcel por ser considerada propaganda nazi antifrancesa. Al director se le prohibió ejercer su oficio durante varios años hasta que la presión de personalidades de la época, que veían El cuervo como una denuncia de la podredumbre moral impuesta por el nazismo, consiguieron revocar el veto contra él y permitirle realizar las mejores obras de su carrera.
Riefenstahl, por su parte, fue en cierto sentido la cineasta oficial de la Alemania hitleriana con los documentales El triunfo de la voluntad, propaganda del congreso del partido nazi de 1933, y Olimpia, sobre los juegos olímpicos de Berlín de 1936. Su colaboracionismo intelectual con el régimen y el haber servido de vehículo para la propagación de su ideología era evidente, pero nunca se pudo demostrar que tomara partido en la persecución a las víctimas del nazismo por lo que fue absuelta en los juicios posteriores a la guerra. No obstante, sus bienes y su dinero fueron incautados, nunca pudo volver a hacer cine, tuvo que reciclarse profesionalmente como fotógrafa y la polémica sobre si sus documentales deben figurar o no en las listas de mejores películas de la historia dura hasta hoy.
El odio puritano contra Ingrid Bergman
A finales de los años 40 del pasado siglo Ingrid Bergman, una de las grandes estrellas del Hollywood de la época, daba la campanada al emigrar a Italia tras enamorarse de las películas de Roberto Rossellini, uno de los padres del neorrealismo italiano y por lo tanto del cine de autor, y poco más tarde de su persona, con quien tendría dos hijas. Algo así como si hoy en día Jennifer Lawrence se fuera a hacer cine a Irán y se liara con Asghar Fahradi.
La relación adúltera, puesto que ambos estaban casados con otras personas, fue un enorme escándalo para la sociedad de la época; al no existir Twitter, Bergman recibió durante años montones de cartas de odio en papel, donde católicos y protestantes fervientes le deseaban lindezas como que sus hijas nacieran con malformaciones, y se la llegó a difamar desde el senado norteamericano. No pudo volver a Hollywood hasta pasados varios años, tras divorciarse de Rossellini y abandonar Italia; las aguas volvieron por fin a su cauce y la actriz recibió todavía dos Oscar aparte del que había conseguido antes de la polémica.
La caza de brujas de McCarthy
En los años más duros de la guerra fría, de 1950 a 1956, el senador norteamericano Joseph McCarthy inició una serie de procedimientos judiciales irregulares contra personalidades de la época, entre ellas muchos cineastas de Hollywood, sobre las que recaía la sospecha de ser simpatizantes de la ideología comunista o de la Unión Soviética. Estos juicios recibieron el nombre de caza de brujas a raíz del estreno de una obra teatral de Arthur Miller que denunciaba la presunción de culpabilidad que recaía sobre los interrogados, que solo podían salvarse de formar parte de una lista negra que les impedía trabajar condenando el comunismo y delatando a otros compañeros. Naturalmente apoyar públicamente a alguno de los miembros de una lista negra equivalía a ingresar también en ella. Algunos cineastas tuvieron que utilizar pseudónimos para poder ganarse la vida mientras que otros, como Charles Chaplin, fueron expulsados de EEUU.
¿Inmigración o exilio? Roman Polanski y Paul Verhoeven
Roman Polanski, uno de los cineastas a cuya obra muchas defensoras del movimiento #MeToo están exigiendo el boicot por tener una causa judicial pendiente por haber violado a una niña de trece años en 1977, se vio envuelto en polémicas desde el inicio de su carrera. Su primera película, El cuchillo en el agua (1962) fue muy bien recibida en Europa occidental e incluso nominada al Oscar de mejor película de habla no inglesa pero en Polonia, su país de origen, tuvo una recepción muy fría, incluyendo críticas del propio secretario del partido comunista, el único legal por entonces. Previendo que iba a tener dificultades para llevar a cabo otra película y antes de que su situación se complicara más, Polanski emigró a Francia.
La Holanda democrática y presuntamente liberal de los años 80 no fue mucho más amable para el director más taquillero de la historia del país por aquel entonces, Paul Verhoeven. Su película Spetters (1986) recibió tal lluvia de críticas destructivas por parte de todos los sectores y colectivos imaginables que movieron a su autor a trasladarse a Estados Unidos, donde tuvo un enorme éxito con Robocop, Desafío total e Instinto básico.
Morir por el cine: Theo Van Gogh
Pero sin duda el caso más extremo de rechazo y odio al trabajo de un director de cine en su propio país fue el asesinato por parte de un islamista fanático del cineasta holandés Theo Van Gogh en 2004. La polémica y las amenazas habían envuelto toda su obra, en la que mostraba su virulento rechazo a las religiones y sus simpatías por la ultraderecha xenófoba.
Time is Up: el acoso sexual en el cine
Es evidente que en los escándalos por las acusaciones de acoso sexual de los últimos meses hay muchos elementos en común con los episodios polémicos del pasado ya descritos. De nuevo estamos ante carreras hundidas sin pruebas firmes ni condenas judiciales, a veces incluso a pesar de sentencias absolutorias, como fue el caso de Fatty Arbunkle y es en la actualidad el de Woody Allen. De nuevo cierta prensa y ciertos colectivos asumen el lugar de fiscales, jueces y verdugos y condenan al ostracismo a una serie de personalidades célebres basándose en una presunción de culpabilidad para los acusados y en el camino allanado que supone la dificultad de encontrar voces que les defiendan por temor a verse añadidos a la misma lista negra. Aunque en este caso se utiliza la bandera de la persecución de actos que constituyen delito, en la mayoría de ocasiones los abusos o acosos son muy díficiles o imposibles de demostrar porque tuvieron lugar hace muchos años y/o porque no existen testigos directos de los mismos, por lo que, como en todos los otros escándalos del pasado, se trataría más bien de utilizar con fines ejemplarizantes a determinadas figuras populares y relevantes del sector del cine para dar difusión en la sociedad a un pensamiento determinado, en este caso lo que se conoce como ideología de género, bajo la premisa de que el fin justifica los medios y de que no cabe valorar el aspecto profesional como algo aparte del comportamiento privado.
La diferencia fundamental con otras épocas es sin duda el uso de redes sociales cuyo control es complejo y donde las tendencias cambian con una velocidad sin precedentes; el movimiento Time is Up podría tanto quedarse en una flor de un día y verse reemplazado en breve por otra reivindicación igual de intensa y de efímera, como llegar a tener un efecto a largo plazo, y en ese caso en una dirección que tampoco está muy clara; en el mejor de los casos podría resultar, tal y como pretenden sus impulsoras, en un trato más igualitario entre los sexos y en la eliminación del acoso, pero no cabe descartar que, por el contrario, la utilización de las mismas armas por personas o colectivos de distinta ideología e intenciones derive en un posible efecto boomerang de consecuencias muy difíciles de prever y que podrían ser inquietantes.
Última actualización: 16/05/2020