Todas las gallinas de oro explotan en algún momento, y puede que estemos aquí ante un claro ejemplo del comienzo del desgaste en las franquicias Marvel que tanto éxito han generado en el cine moderno.
Alan Taylor (que pasa de la televisión a la superproducción más rimbombante) es el encargado de volver a llevar a la gran pantalla al Dios del Trueno, con la intención de superar a una lánguida primera parte, cosa que parecía fácil tras ver los grandes resultados cosechados con la reciente Iron Man 3. Nada más lejos de la realidad, durante un excesivo metraje de dos horas de duración se nos plantea un mega blockbuster tremendamente vacío, incluso descorazonador, donde la simpleza más soez se mezcla con unos efectos especiales que aunque no desentonan tampoco sorprenden.
No es éste un problema de actores, Chris Hemsworth (“Rush”) es un Thor bastante creíble, socarrón, duro y con el aspecto físico adecuado para el personaje, Anthony Hopkins como Odín Dios de la Guerra, tampoco se presenta como muchos otros a recoger el cheque y largarse, y Natalie Portman hace lo que puede en un entorno que no le pega ni con cola.
Nuestros miedos tras lo visto en tráilers y algunos lamentables pósters, reflotarán desde los primeros minutos de la cinta, con unas escenas de acción que es una extraña mescolanza entre “El señor de los anillos”, “La guerra de las galaxias” y cualquier entrega del videojuego “The Elder Scrolls”. Escenas de acción que todo hay que decirlo, brillan, pero por su ausencia, con pocas y en su mayoría nada trepidantes, sin emoción y huecas batallas, con la misma intensidad que el conjunto de estupideces y simplismos en los que se resume en lo general el humor de “Thor: el mundo oscuro”.
El tiempo y el espacio volverán a cruzarse con la Tierra (concretamente Londres) cuando Malekith y su ejército de Elfos Oscuros busquen venganza contra Thor y el mundo de Asgard, ayudados por el inmenso poder otorgado por un misterioso Éter. También es probable que uno de los grandes problemas de esta franquicia sea el poco carisma conseguido con los villanos de turno, ni Tom Hiddleston impone como Loki, ni Christopher Eccleston aporta un nuevo nivel con Malekith, con un ejercito de Elfos que bien podrían pasar por Masillas de los Power Ranger.
Irritantemente aburrida en gran cantidad de ocasiones, con una incapacidad notoria de sorprender más que el simple hecho de presentar tanto desgaste en su segunda entrega. Algún cameo por allí, algún efecto por allá, ciertos escenarios oníricos por acá, y un par de martillazos por ahí, pueden salvar la película de la quema de los paladares menos exigentes o más fanáticos del personaje. “Thor: el mundo Oscuro” no se presenta con su martillo Mjolnir, sino con uno de goma que apenas hace ruido, cuestión de más para desear aún con más anhelo el retorno de “Los Vengadores”.
Recordad que no hay una, sino dos escenas post-créditos, totalmente prescindibles pero ahí están.
2 / 5