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Luces Rojas narra la investigación que lleva a cabo un equipo de parapsicólogos, –Sigourney Waever y Murphy-, en busca de fraudes paranormales, con el fin de negar la existencia de fuerzas psíquicas en nuestro mundo. Poco a poco su investigación –y su vida- se verá amenazada cuando comiencen a acechar a un veterano psíquico –Robert De Niro– con el fin de desacreditarlo. Poco a poco saldrán a flote secretos del pasado de los personajes que irán cobrando importancia hasta llegar a un sorprendente desenlace. O no.

Mala idea servirse del Brian De Palma más desfasado para rodar un thriller contenido como Luces Rojas. Para su tercer largometraje, Rodrigo Cortés tira de los recursos de un M Night Shyamalan de bajona rodando una reinterpretación de La Furia, aquella irregular pero inolvidable cinta de un De Palma que seguía explotando el filón de Carrie y alguna que otra cabeza. En Luces Rojas transitamos por el lynchismo mal entendido –una habitación con una cortina roja no es David Lynch-, y el thriller conspiranóico ultracorpóreo o mefistofélico, pero siempre desde una perspectiva más cercana al Nolan resabidillo de Origen (no sé si existe otro Nolan, no lo creo) que a un director de género con carácter.

A pesar del empeño del director y guionista por tener al espectador clavado en la butaca, la torpeza que arrastra a los personajes a través de situaciones manidas y que les hace saltar de un género a otro, afecta también a la perspectiva del público, que tiene que estar muy dispuesto a dejarse llevar por una trama mucho más inocente de lo que ella misma se cree, principal lastre de la película. Una muestra de su inocencia, por ejemplo, es la escena de las cartas que la doctora adivina en el pasillo. Nada que objetar a la serie b y a la ciencia ficción de los años cincuenta, salvo que la envuelvas de pretenciosidad.

Aquí el problema no reside en el hipotético giro final ni en la necesidad de un segundo visionado, el problema de la película es que durante dos horas caminamos en círculos disfrazados de laberintos para acabar en medio de ninguna parte. Como Abre los ojos con una buena banda sonora. Una lástima que el sentido del humor brille por su ausencia y que sea Eugenio Mira, haciendo de joven Robert De Niro, el único momento divertido de una película que no debería tomarse tan en serio a sí misma.

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