Tampoco es que nos sorprenda demasiado. James Mangold ha rodado con Lobezno Inmortal justo lo que esperábamos que rodara, otra de sus películas aburridas, pero esta vez ambientada en otro universo. Y no me refiero al universo marvelita, hablo de ese universo propio de la Fox donde se desarrollan muchos de sus fiascos recientes, esa genuina marca de la casa.
Y eso que Mangold tiene un par de buenas películas a sus espaldas, sobre todo la estupenda Identidad, cinta que vista ahora más bien parece un accidente en su filmografía. Pero con la nueva aventura de Logan han vuelto a lograr el más difícil todavía: aburrir hasta el infinito con uno de los personajes, en teoría, más emocionantes y emocionales de los últimos años.
El caso es que tras el desastre semi-amateur de Orígenes: Lobezno, la nueva aventura del mutante luce más profesional, un tanto menos ridícula (hasta su tramo final, digno del peor Batman del peor Schumacher) e igual de aburrida. La película parece un trabajo de profesionales del medio trabajando sus horas y haciendo su trabajo, sin más. No hay estilo ni detalles asombrosos que llevarse a la boca, más allá de una pelea sobre un tren (por muy bala que sea nadie superará el tren de M:I) y alguna palabrota inesperada, lo más refrescante de la película.
Los chistes son tan malos que se cuentan con la boca pequeña, y ver los efectos regeneradores de Logan termina por cansar, por no hablar del sonido que los acompaña.
Y, como decía antes, el tramo final es un desmadre tan involuntario que ni siquiera funciona como tal. El papel de la rubia ya es un marrón por sí mismo, pero la interpretación, los gestos (al esquivar espadas) y sus gritos dan ganas de salir corriendo del cine, como cuando el Cíber-ronin queda desenmascarado, un secreto a voces además de la enésima mala decisión de la película. Y mira que evitando la primera mala decisión no habría pasado nada de esto: no rodar jamás una película con estos mimbres.