Edgar Allan Poe persiguiendo pistola en mano por las calles de Baltimore a un asesino en serie que recrea en sus crímenes las obras del poeta, a través de la niebla y combatiendo su alcoholismo, menuda premisa. Lástima que saliera mal.
James McTeigue, director de la sobrevalorada V deVendetta y la infravalorada Ninja Assassin, lleva a las pantallas una ficticia historia que juega con la leyenda de Poe, pero pierde la partida por goleada. Si Guy Ritchie supo manejar (quién lo iba a decir) perfectamente una bomba de relojería como Sherlock Holmes (las dos estupendas a pesar de los continuos tics del director), el ayudante de los Wachowski no sabe insuflar vida ni originalidad a una trama que, sobre el papel, tenía todas las de ganar, pero que se empantana al no demostrar rasgo alguno de personalidad ni originalidad, y que deambula tristemente por los farragosos terrenos de El silencio de los corderos o Se7en, agotados ya hace más de diez años.
John Cusack es lo único destacable de una película sin emoción en constante punto muerto y que merece ser enterrada viva.