Atención: comedia pura y blanca para el verano. Y viene firmada por los responsables de alguna de las comedias menos correctas de los últimos años: los hermanos Farrelly.
Los creadores de Algo pasa con Mary o la gloriosa Vaya par de idiotas –su mejor película- han desempolvado a los tres chiflados y los han plantado en la era de Jersey Shore, con todas las consecuencias.
Lo más fácil para el espectador actual sería salir del cine a la media hora y probar a colarse en otra sala –olvidémonos ya de los grandes, viejos, mágicos cines- pero no sería justo con una película rodada con el corazón y la creencia firme de que la vieja comedia de coscorrón y caída todavía tiene un hueco hoy en día.
Con Jackass como máximo exponente del castañazo cinematográfico, a pesar de no compartir la esencia vodevilesca de los chiflados, -se trata de realidad-, Peter y Bobby Farrelly se han envalentonado con una propuesta arriesgadísima desde su peculiar formato.
La película está formada por tres “episodios” –en realidad se trata de una película dividida en tres partes- donde hay tiempo para refrescar y poner al día situaciones clásicas del trío: mismo humor del siglo pasado pero situado en el presente. Y eso puede descolocar a más de uno. De hecho, la singularidad de los personajes ayuda a que su idiotez funcione mejor hoy en día: si ya eran idiotas en los años 30, ahora, con su misma capacidad –nula- de raciocinio, aún más.
La trama es lo de menos –y lo más flojo y genérico de la película-, donde los tres hermanos deben conseguir una importante suma de dinero para evitar la clausura del orfanato que ha sido su hogar durante 35 años.
Sin ninguna pretensión más que hacer pasar un buen rato, Los tres chiflados no falla demasiado el tiro, pero deja una extraña sensación al mostrar los mayores aciertos cómicos en gags de guión en lugar del humor físico que, durante hora y media, maltrata a los protagonistas.