Alex Garland había escrito el guión de la nueva versión del personaje para que Duncan Jones la dirigiera, pero los problemas de agenda en Hollywood están a la orden del día y al final el director de Moon no pudo hacerse cargo de la producción.
Pete Travis asume el reto y las expectativas se superan. Y es que un personaje tan jugoso como el Juez Dredd no podía quedar en el recuerdo del celuloide con aquella adaptación tróspida protagonizada por un Stallone vestido por Versace.
Dredd y la novata Anderson, psíquica ella, se acercan a un bloque de viviendas de 200 pisos donde han aparecido unos cadáveres. Y se lía parda. Mucho. La película no es ningún ejemplo de belleza arrebatadora ni de planificación ejemplar: es una peli macarra y sucia con dos grandísimos cojones un par de narices.
Además, la banda sonora de Paul Leonard-Morgan, sintetizador en mano, nos sitúa en los ochenta más carpenterianos para, sin estridencias, acompañar los pasos del juez por el vecindario mientras dicta sentencia. Acertada aproximación a uno de los personajes más interesantes del cómic que ojalá tenga una vida rentable en las salas y poder pasarse a saludar de vez en cuando. Será un placer.