Han pasado casi veinte años desde que un rubiales modernísimo irrumpiera en Hollywood como un elefante en una cacharrería. El huracán Bay fue de tal magnitud que se llevó por delante al mismísimo Don Simpson, el eterno socio de Jerry Bruckheimer.
Desde que el director debutara con la divertida Bad Boys, nada ha vuelto a ser como antes. También es verdad que a raíz del medio fracaso de Pearl Harbor (mucha risa a costa de la peli y vapuleo crítico), nadie se percató del detalle que vino después: Bad Boys 2 es, con diferencia, uno de los más rotundos films de acción de la historia. Una obra maestra donde los chistes son tan aparatosos como una pelea de robots gigantes en Transformers 2, otra de sus obras impepinables.
El caso es que antes de Transformers: Age Of Extinction, Bay ha rodado una de las mejores películas del año y la heredera de un espíritu psicótico-gangsteril más cercana al Scorsese de los noventa que a toda la generación post-Tarantino. Para más inri, la historia está basada en unos increíblemente estúpidos hechos reales acontecidos en Miami durante el año del estreno de la primera peli del director.
Para rodar Dolor y Dinero, Bay y sus estrellas decidieron no cobrar ni un dólar (reservándose un porcentaje en caso de ganancias), algo que en el caso de uno de los protagonistas, Mark Wahlberg, tiene el valor de haber transformado su cuerpo en una mole de músculo… gratis. Antes de continuar, un último apunte sobre el presupuesto de la película y cómo éste luce en pantalla: Pain & Gain ha costado menos dinero que El Mayordomo.
Metidos en materia, el (video) arte del director de Transformers no solo no ha perdido fuerza, es que, con un estilo ya tan asentado, tan depurado y tan dominado (tanto como que lo inventó él), la película luce a todo color y a toda velocidad, parando solo en momentos puntuales para poder recalcar ciertos detalles. De hecho, Pain & Gain es cine recalcado. Bendito sea.
Los colores flúor del Miami noventero recuerdan a los que rodeaban a Tony Montana, supongo que la atmósfera también influye, y son una de las mejores bazas del film, además de una banda sonora a la altura del guión de Christopher Markus y Stephen McFeely (Capitán América 1 y 2, Narnias etc), que solo deben tratar de poner orden en los aberrantes hechos reflejados en los artículos de Pete Collins.
Pero son las interpretaciones del espléndido elenco lo que más brilla (hasta dejarte ciego) en una película que, visto lo visto, parece otra entrega de Transformers (chiste fácil a costa de los cachas que la protagonizan) El patetismo paleto de Wahlberg es increíble, pero es que, amigos, Dwayne Johnson, un tipo que hasta hace nada se llamaba como la segunda película de Michael Bay (la primera y casi última aplaudida por la crítica más resabidilla) y que ha pasado de la lucha libre a la meca del cine a base de bíceps, cabezazos y carisma infinito. La interpretación de Johnson es una de las mejores de la temporada, un culturista que busca la luz en dios y/o en la cocaína. En el que escuche primero.
El resto de secundarios, de lujo, está a la altura de los jefes. De Rob Corddry a Ken Jeong, de Rebel Wilson a Ed Harris, hasta llegar a un sufrido Tony Shalhoub, la estrella estrellada de la historia.
Dolor y dinero es tan negra y cruel, tan patéticas sus situaciones, pero sobre todo, tan realistas, que hasta el narrador tiene que recordarlo en uno de los momentos más escandalosamente grotescos de la historia.
Una obra maestra tan llena de luz y color como The Muppets, pero con la mala hostia de un Fargo on fire. Una (nueva) obra maestra de Michael Bay, el director vivo más potente (y vivo) de la industria.