¿Existe vida más allá de nuestro planeta? ¿Hay otros planetas con vida inteligente? ¿Conocerán nuestro cine, nuestras películas? Con nuestro cine me refiero, obviamente, al cine humano, porque el español está a punto de desaparecer –del todo- con los brutales recortes gubernamentales, que suenan a venganza por las guerras pasadas y que por primera vez peligra de verdad. Pero vamos a salirnos del terreno del terror para centrarnos en cosas más simpáticas.
Hace poco me encontré en mi videoclub habitual –porque alguno queda y sería una pena perderlos- a un señor que, además de catalogar a Nicolas Cage como “zurullo humano”, afirmaba rotundamente que la ciencia ficción la inventó Ridley Scott. Puede que no le falte razón, porque Thelma & Louise tiene que ser ciencia ficción, pero el género ya se había manifestado en la pantalla mucho antes.
La cuestión es: ¿existe vida inteligente más allá de La Tierra? Si la realidad se parece al género en cuestión, estamos jodidos. Y lo digo convencido, porque si los marcianos, desde los salones de sus casas galácticas, han estado siguiendo nuestra trayectoria fantástica en sus televisores, de Méliès a Vigalondo, de Lang a Scott, estamos jodidos. Imagino que, siendo inteligentes, se descacharrían de la risa al ver Independence Day o Extraterrestre–por muy distintas razones- y que incluso podrían llegar a dar palmas ante peliculones como La invasión de los ultracuerpos o Han llegado. Pero el problema llega ahora: Battleship es, con toda seguridad, la patada en el culo marciano más traicionera y mongólica del género. Es decir, un fiel reflejo de la realidad terrestre, de nuestro comportamiento y escasa capacidad de razonamiento.
Un equipo de científicos envía una señal a un nuevo planeta y cuando un equipo de ese otro planeta viene como respuesta a esa señal, nosotros decidimos disparar primero.
Esa es, a grandes rasgos, la sinopsis de la nueva película de Peter Berg, que recupera parte del prestigio perdido con la horrorosa Hancock a base de tozudez, macarrismo y cachondeo sano para todos los públicos. No llega a los extremos de diversión total de Tesoro del Amazonas o a la pulcritud de La sombra del reino, pero es una película simpática a la que, básicamente, se la suda todo y todos.
¿Los actores? También están ahí jugando a hundir la flota. Y al fútbol.