El año 2006 trajo consigo uno de esos eventos cinematográficos que dejó su semilla para los años venideros. Una nueva forma de adaptar el cómic a la gran pantalla, con un mundo de fantasía e iconografía único y diferenciado de todo lo visto hasta la fecha. A su vez resultó el espaldarazo definitivo para que su director Zack Snyder llevara su nombre al estrellato, y no sin cierta irregularidad, llegar a dirigir uno de los proyectos más ambiciosos de la historia del cine que enfrentaría a Batman y Superman.
Pero si algo consiguió “300“, fue dejar para la posteridad un recuerdo imborrable con la creación de uno de los personajes más emblemáticos y carismáticos del cine épico, un Leónidas manejado al ritmo de “¡Esto es Esparta!” con un gran Gerard Butler.
Esta “300: el origen de un Imperio” nos llega ocho años después de la original, con un director poco experimentado, Noam Murro, con un casi desconocido actor para cubrir la alargada sombra del héroe Espartano, Sullivan Stapleton, y en forma de precuela y secuela al unísono.
Adaptada a sus tiempos, puesta al día con los últimos medios audiovisuales existentes, y traduciéndose visual y sonóramente como un auténtico deleite, la secuela de “300” es uno de los mejores ejemplos de la funcionalidad de las 3D, con un realce de la profundidad y de la perspectiva sorprendentes, pero que no evitará el ocaso de un formato que por desgracia parece tener las horas contadas. Las colosales batallas, donde la violencia explicita y el salvajismo incontrolado proporcionará literalmente que salpique de sangre la pantalla, conseguirán que te recorra la épica por las venas, todo acompañado por una pletórica banda sonora.
Pero dejando aparte la tecnología que sería una perogrullada pensar que no estaría a la altura, lo realmente destacable en “300: el origen de un Imperio” es una sublime Eva Green (Artemisa), convertida en una de las villanas más oscuras, perversas y crueles que nuestra mente puede recordar. Magnética y llena de atractivo, la actriz se convierte aquí en el verdadero núcleo sustitutivo del carisma de Butler, ante la falta de presencia de un Sullivan Stapleton (Themistocles) que quiere y no puede.
Sin la magia, el factor sorpresa, las inolvidables frases, y lo novedoso de la original “300”, ambas conservan muchas similitudes más allá del añadido de los intensos enfrentamientos navales. “300: el origen de un Imperio” juega en la liga de las secuelas conservadoras pero que ofrecen todos y cada uno de los ingredientes que los fans de la franquicia esperaban ver. Respetando el termino cinematográfico de la “suspensión de la incredulidad” y afrontando esta fantasía como lo que es, estas batallas que ahora enfrentan a Griegos y Persas, con los Espartanos y Xerxes en la sombra, es altamente disfrutable.
Siguiendo la nueva, y censurable, tradición de películas sin final, y con todo abierto para una más que evidente tercera entrega, Leónidas y sus valientes 300 Espartanos estarían muy orgullosos de ver su legado a las manos de Themistocles, Artemisa y un Noam Murro que pasa del anonimato a estar en boca de todos. ¡¡¡Au, Au, Au!!!
3.5 / 5