Vivimos tiempos difíciles, ya seas policía, guionista o ciudadano. El veredicto sobre la segunda temporada de la que fuera mejor nueva serie de la historia de ese mes ya se había fallado en Twitter mucho antes del final. Y mira que, de fallar, Twitter sabe un rato. Se acabó la segunda temporada de True Detective y nos quedan serias dudas sobre la continuidad del proyecto. Porque, como digo al principio, vivimos tiempos difíciles.
El “Adam Sandler” de las series, el objeto de la mofa y el desprecio del resto de los mortales, ha pasado con pena, tristeza y muy poca gloria por nuestros televisores. Nic Pizzolatto es, sin lugar a dudas, el máximo responsable de un caos de nombres, pistas, referencias y parrafadas interminables que, como ya dijimos durante su ecuador, llegan escoltadas por insoportables canciones que subrayan el significado de las mismas. La única explicación que se me ocurre es el temor de Pizzolatto a encontrarse con personas NORMALES viendo la televisión.
Nunca creí que la primera temporada de True Detective fuera lo más alucinante que haya emitido la televisión, así que tampoco creo que esta segunda sea la peor, así de sencillo. Pero falla. Falla mucho. True Detective es presa de su contención, de un guión que quiere ser la mejor novela noir de todos los tiempos… y estamos hablando de guiones. De guiones para la tele.
Ocho episodios para una serie donde se explican cosas que podríamos ver (o no) en otros veinte (como poco), donde el espectador más dispuesto necesitará una libreta y ser detective también, sobre todo para recordar tanto nombre. ¿Exige demasiado? Por supuesto. ¿Recompensa tanta atención y buenas esperanzas? Creo que no. Vista ahora, la primera era una historia simple, una investigación concreta y directa sobre un caso que prometía visitar terrenos que no se pisaron, aunque la línea que separaba nuestras expectativas del resultado final fuera finísima. Y donde también hablaban mucho, pero el tener a dos cotorras le sentaba mejor que tener cuatro. O cinco. O seis. O todas las que hay aquí.
Los actores se tiran de cabeza y hacen lo que pueden, y los resultados son desiguales. No estoy diciendo que el bueno de Vince Vaughn sea un mal actor, al contrario. Lo que pasa es que, al menos en su caso, uno no puede dejar de ver el interior de su mente. Y lo que vemos es algo parecido a “Vaya brasa que estoy dando aquí ahora mismo” Colin Farrell está impecable, o casi. Su detective Velcoro era lo que necesitaba la temporada, sin tanto compañero y tantísimo secundario.
Por momentos, llega a parecer que la trama se disipa como el humo de los cigarrillos que fuman todos los personajes. Porque True Detective es una serie de fumadores y bebedores. De gente con problemas. Y sus problemas son de lo más variado y oscilan entre lo cotidiano y lo “qué me estás contando, Nic” Digamos que, a veces, el tono de la serie es su propio agente corrupto.
Explicar la trama de la nueva temporada de True Detective es imposible. Tan imposible como explicar si nos ha gustado o no. Recordaremos el tiroteo que cambió la temporada, la orgía light (perdonen, pero tengo la nueva película de Gaspar Noé muy reciente), un par de episodios más dinámicos de lo habitual entre estos ocho episodios y también la sospecha de que los veinticinco minutos extra del episodio final eran los del principio, con un diálogo entre Frank y Jordan que parece el prólogo de una de las comedias que más nos gustan de Vince Vaughn.
¿Veredicto? El póster no engaña: tenemos lo que merecemos.
Última actualización: 11/08/2015