Nueva jornada en el Festival de cine fantástico de Sitges 2012, y nuevas impresiones :
Chained, de Jennifer Lynch, es un mal telefilm de sobremesa de escaso interés y rodado con apatía. La historia podría haber dado mucho más, pero el empeño de la directora en que todo luzca plano y aburrido, además de una decisión de última hora que aporta uno de los giros argumentales más idiotas que se recuerdan, tiran por tierra la leve atmósfera que crean sus dos protagonistas.
Me cuentan mis compañeros que Cosmopolis ha triunfado mucho más que Lords of Salem, lo que nos da una idea del público general de esta edición. Respetable, lejos de ser una mala película, el vampirismo económico y la poesía del dólar no me interesan en absoluto. Desasosegante y con sabias decisiones para resultar irritante, yo no paso por el aro que me pone el antes trepidante David Cronenberg.
El remake de Quién puede matar a un niño, ahora titulado Juego de niños, que presenta Makinov desespera y necesita un punch que no llega nunca. Lejos de la valentía de Maniac, la película es un calco del original, rodado en otros tiempos en los que, quizás, no había tantos niños propensos a recibir hostias como panes con la mano abierta. Los protagonistas son mediocres y la amenaza llega mientras los jovencitos aprietan los dientes para no reírse. Una decepción de la que solo destaca su música.
Última actualización: 10/10/2012