La Nouvelle vague, es sin duda uno de los movimientos más fascinantes en la historia del cine, un nuevo modo de crear que se generó en Francia allá por los años 1950. El modo clásico anterior de cine francés evolucionó libre en aquellos instantes y se colocó en un nuevo estado, en el cual lograr la autenticidad de la vida, la rebeldía con la forma de montaje anterior y sobre todo mostrar los anhelos y deseos de los personajes principales así como sus miedos e inspiraciones, algo que encantó a los críticos de aquellos años y al público que iba buscando una nueva motivación para ver cine en esta Nouvelle Vague.
Básicamente las primeras críticas de cine surgieron en la revista “Cahiers du Cinéma”, en donde se mostraban las mejores escenas de cada película y sobre todo recomendaciones acerca de lecturas posteriores así como enlaces de referencias a novelas, en el caso de aquellas adaptaciones que se hayan pasado al cine. Orson Welles, fue sin duda el muso oficial de este movimiento y la transformación de sus enseñanzas dio lugar a una de las mejores técnicas en montaje para otros muchos artistas que se consagraron posteriormente, encontrando un modelo de creación que anheló a muchos.
La “Nouvelle Vague” también recibió una de las mejores influencias del neorrealismo italiano y supo ante todo retratar la belleza de las personas, en toda su naturalidad, apostando por una luminosidad nacida de la reflexión, la utilización de primeros planos, los planos medios y algún plano detalle, hecho y combinaciones que hacían enfatizar el guión de una manera brillante. Pero el éxito se basa en los guiones y en la forma de desarrollarlos, muchas veces reflejos de la vida cotidiana, con puntos de inflexión en la misma, algo muy interesante para aquellos/as que gozan con textos ricos en reflexiones y significados de la vida.
Las mejores películas de la Nouvelle Vague:
“El fuego fatuo” recorre una historia con abundancia de primeros planos y medios, con una brillante exposición de los temas de la vida cotidiana, siempre tratando una temática amorosa y los conflictos de la vida. Su historia refleja las vivencias de Alain, un hombre alcohólico, casado con una chica americana, quien decide que para seguir avanzando en su vida, deberá visitar a todas las personas que pertenecieron a su pasado. Muchos críticos de cine adoran la película por ser un auténtico reflejo de la realidad de la vida y la fragilidad del ser humano.
“Paris nous appartient”, mientras tanto, es una alegre exaltación de la vida cotidiana, reflejo del ocio y la vida bohemia de la ciudad, en donde se respira cada aliento de las calles artísticas y nostálgicas.
“Los 400 golpes” de François Truffaut obtiene una obra maestra para el público con una exaltación de la naturaleza, que hace vibrar al espectador con una acción continua que se ve dinamizada por los movimientos de “travelling” y las panorámicas que se toman de los lugares naturales, dando lugar a escenas conmovedoras gracias al uso del primer plano de los personajes.
En “Vivre sa vie” se da rienda suelta a ese diálogo que te hace disfrutar, hallando el sentido de la existencia, encontrando detalles que logran asombrarte y reflexionar. Pequeñas partículas de la vida que se van desmenuzando hasta obtener preguntas y muchas veces, respuestas. Es el caso de una de las escenas más famosas de la película (diálogo con el filósofo). Sin duda uno de los grandes clásicos de la Nouvelle Vague.
Última actualización: 31/07/2013