Después de ver este noveno episodio de Mindhunter, que vuelve a dirigir Fincher, auguramos un final de temporada convulso. El recap del anterior aquí. ¡Alerta spoiler!
Holden
El capítulo anterior teníamos varias cosas. Por un lado lo del señor de las cosquillas, por otro la aparente traición de Debbie. A ella se la encuentra Holden y se van a su casa, quedando implícito que siguen juntos y que Ford no utiliza demasiado los vasos que tiene porque están llenos de polvo. Si una posible (y rápida) reconciliación nos parece sorprendente, más sorpresa es ver aparecer a la esposa del señor de las cosquillas en el rellano del agente del FBI.
La señora Wade (Enid Graham), le ha encontrado y viene a decirle básicamente que les ha arruinado la vida. A su marido, a ella y a sus hijos. Le echa la culpa de su desgracia a Holden por preguntar un poco por su esposo el creepy. Debbie, que escucha la conversación y los reproches de la mujer, pregunta preocupada a Ford que qué ha hecho. Holden puede haber colaborado en el despido del director, pero en ningún caso es culpable de nada. O, al menos, eso creo.
Es una lástima que la serie nos obvie, por el momento, la conversación interesante aquí, que es entre Debbie y Ford. Puede que la hayan tenido, evidentemente, pero se la guardan y vemos cierta normalidad sobre la que queríamos saber más. Si nos están vendiendo a Holden como una víctima, lo estamos comprando, por ahora.
Por si no tuviésemos bastante drama, la serie nos devuelve al señor con bigote, al que vemos sentado en un sofá que no parece ser el suyo, con todo lo necesario para no dejar ni una pizca de ADN en el lugar. El señor se ha acomodado y puesto algo de beber, pero se impacienta al ver que allí no aparece nadie, así que limpia el baso que ha utilizado (obviamente) y se marcha enfadado.
Serial killers
Pero lo importante del episodio nueve es que, a lo mejor, Holden se ha pasado. Junto a Tench, se dispone a entrevistar a un nuevo asesino “secuencial”, Richard Speck (Jack Erdie), que torturó y mató a ocho mujeres en una noche de julio de 1966. Ahora se encuentra en una cárcel en Joliet, Illinois, y debido a su crimen en una noche se sale un poco de la línea de asesinos que nos han ido presentando. Es un caso que resulta especialmente interesante a Ford, que incluso tiene algunos recortes e información extra sobre el mismo por la que preguntar a Speck.
Siente curiosidad por su tatuaje, por qué pasó aquella noche de verano del 66 y por qué tiene entre las manos un pájaro al que acaricia. Sin embargo, Richard no parece muy colaborativo, así que Holden empieza a tentarle con cierto lenguaje poco apropiado para un agente del FBI. Speck habla, y mucho, antes de enfadarse con ellos al sacar a relucir su intento de suicidio, cuyas lesiones asegura que fueron cosa de una pelea con otra persona. Antes de marcharse, lanza al pobre pájaro certeramente contra un ventilador. Él, que decía que no tenía nada que ver con los demás “locos” a los que entrevistaban.
Al salir de la prisión, Bill recomienda a su compañero que la parte “fea” de su conversación, que ha quedado grabada, no figure en la transcripción de la misma. Y así le manda a Gregg que, esa parte de la cinta, no figure en la ficha. Y es importante porque Richard se queja de su entrevista con ellos, y el equipo recibe la visita de algunos evaluadores del FBI que quieren comprobar cómo llevan a cabo su investigación.
Mientras ellos se encuentran en la reunión, Wendy (sospechosa de que algo ocurre) se hace con la cinta y le echa una oída, quedando anonadada por lo que escucha. Por supuesto, a los evaluadores les pasan la transcripción de Gregg, pero Carr decide avisar a Shepard sobre el verdadero contenido de la entrevista a Speck. Parece que su única opción es dejarlo todo como está, aunque Wendy por ejemplo cree mejor ser totalmente transparente al respecto y contarlo. No le hacen caso y la cosa queda ahí. Al menos hasta que vemos a Gregg meter la cinta en un sobre destinatarios los señores de la reunión. Será posible, Gregg.
Última actualización: 16/05/2020