Una nueva semana tenemos episodio de Cómo defender a un asesino, dirigido por Nicole Rubio (Anatomía de Grey, Sleeper Cell). El recap del capítulo primero de la nueva temporada aquí. ¡Alerta spoiler!
Keating 4
Las noticias de la semana pasada de que el padre de Laurel mató a Wes no le sientan nada bien a Michaela. Sobre todo esa parte del plan de arriesgar su nuevo trabajo en Caplan & Gold por conseguir información para ir contra él. Allí le va genial, aunque tiene que soportar a Simon por los pasillos. Al menos ha llamado la atención de Teagan, una de las socias, que apuesta por ella en una especie de competición entre becarios sobre datos y curiosidades del bufete. El ganador se lleva su respeto, una enorme botella de champán y poder elegir con qué socio quiere trabajar.
Michaela llega lejos y termina frente a frente con Simon, al que vence con la ayuda involuntaria de Laurel y uno de los datos que le dio sobre lo de su padre. Con su premio, elige trabajar para Teagan, y pronto descubrimos que es la que lleva los asuntos de Antares (la empresa del padre de Laurel). Sí, parece que va a ayudarla con lo del asesinato de Wes, al final. Y puede que sea porque empieza a tener pruebas: el día que murió Wes el jet privado de su padre aterrizó en Filadelfia. ¿Casualidad? No.
Por su parte, y después de enterarse de que Bonnie trabaja para el fiscal Denver (al que –recordamos- chantajeó “un poco”), Laurel decide ir a pedirle trabajar allí. Quitando a Michaela, el resto del Keating 4 tienen unas notas que dan pena verlas (y Laurel tiene también lo del embarazo por medio, que dice que es niño). Bonnie se niega, pero rectifica durante el episodio y Laurel termina allí haciéndole fotocopias (gracias a Frank, que ahora viven juntos y todo).
Frank, de hecho, trata de superar sus exámenes de abogacía, mientras otros deciden dejarlo todo: Connor, después de su poco éxito entre los bufetes de la semana pasada, se da por vencido. Se pasa el día en bares dando propinas a strippers y pidiendo a la gente que respete sus decisiones vitales. Y Oliver, que se preocupa por él, toma cartas en el asunto y le lleva a sus padres (sí, padre y padre). Y no parecen contentos con estas últimas decisiones.
Annalise Keating
En este capítulo, Annalise da un cambio radical a su carrera profesional (por ahora). Parece que le gustó ayudar a su antigua compañera de celda, Jasmine, en vez de centrarse en casos de gente rica como las temporadas pasadas (también puede que sea por eso de su ahora nefasta reputación). Por todo ello, se presenta voluntaria para echar una mano como abogada de oficio, donde conoce a la que se convierte en su nueva jefa, Virginia, que le pregunta por sus avances con el agua con misterio. Y avanza bien, aunque le asalten de vez en cuando pidiendo muestras por los pasillos.
Su nuevo caso es el de Ben Carter (Rene Moran), un pandillero que está en la cárcel por el supuesto asesinato de su mujer, Kim, y cuyo rostro cubierto en tatuajes no ayuda en nada a la defensa. Él insiste en que Kim saltó ella sola de una ventana, que él no la empujó. Ante Annalise -y la app grabadora de su móvil- admite que ese día discutieron porque Ben descubrió que su hija, Madison (Malia Pyles), en realidad no era suya. Ante la nueva información, Keating decide rápidamente eliminar la grabación de su teléfono.
Pero esto es Cómo defender a un asesino. En un momento dado, Oliver se presenta en la oficina del fiscal a repartir tarjetas de su nueva empresa de informática, y sufre un pequeño corte por parte de Nate sobre posibles pasados hackeos a esa misma oficina. Nate y Bonnie, muy rencorosos los dos, convencen a Oliver de que hackee a su antigua jefa (a base de recordarle que ni siquiera tuvo el detalle de despedirle formalmente) y esa grabación de Annalise, por supuesto, ve la luz en el juicio. Aunque aquello tampoco prueba nada. Pero Keating casi llega a las manos con ambos.
Por cierto, la trama del juicio sufre una pequeña pausa cuando llaman desde la morgue a Annalise para pedirle que reconozca un cuerpo: el de Jasmine, que ha muerto de sobredosis. Y, evitando caer en el agua con misterio de nuevo, la abogada termina llamando al timbre de su psiquiatra Isaac, para volver al lugar donde vive y encontrar un misterioso sobre en su puerta. Normalmente es cosa de Frank, el conseguidor, pero esta vez no. Y el sobre es nada más y nada menos que una grabación que esclarece la muerte de Kim: y cómo se tiró ella sola al vacío.
Frank sí que ayuda, eso sí, a descubrir cómo llegó ese sobre a su puerta. Resulta que fue cosa de su jefa Virginia, que se ve que aquello se le pasó en su día cuando ella intentó la defensa de Ben (por falta de tiempo). La jugada de Annalise en el juicio es, sin embargo, polémica. En vez de presentar la prueba definitiva que exculpa a Ben sin más, llama a declarar a Virginia, todo con tal de dejar en evidencia la falta de medios de su oficina y denunciarlo en altas instancias. Para eso, deja fatal y para siempre marcada la profesionalidad de su jefa, que le escupe y todo. Pero todo sea, dice, por un bien mayor.
Flash-forward
Por último, de nuevo vemos otro trozo del flash-forward a un tiempo futuro repleto de sangre y gritos. Esta vez vemos a Isaac encontrándose a Michaela en el hospital donde está Laurel, con la mirada perdida, preguntando si alguien está muerto, al otro lado del cristal del área de maternidad. Tiene el vestido manchado de sangre. Qué mal.
Última actualización: 14/10/2017