El último trabajo del prolífico y variado François Ozon, premiado en el Festival de Berlín, denuncia los abusos sexuales en la iglesia católica con una óptica casi documental y centrada en las víctimas. Pese a que el seguimiento de los hechos reales es el gran protagonista, el savoir faire de su director no deja de estar presente.
GRACIAS A DIOS de François Ozon
François Ozon es probablemente un director infravalorado o que no sabe promocionarse bien, puesto que en el mundo del cine de autor el marketing es tan fundamental como en Hollywood. Ozon es prolífico y hace una película anual, no vende la moto de que le ha llevado tres años perfeccionar el guión de su última obra; no tiene un comportamiento excéntrico ni tics de divo ni suelta comentarios fuera de tono que le hagan ser trending topic en redes sociales; es tremendamente versátil, aborda diferentes géneros y narra historias desde tonos muy distintos en lugar de repetir una y otra vez la misma película; y tiene un estilo visual muy rico y variado en lugar de hacer planos estáticos de siete minutos y de limitarse a un abanico corto de recursos narrativos que permita identificar fácilmente que la película es suya. Ozon no tiene lo que se entiende por marca de autor, sino que es una cajita de sorpresas con quien uno no sabe de antemano lo que uno se va a encontrar en su siguiente trabajo; esto es un handicap fuerte a la hora de ganar un festival internacional o de encabezar los rankings de mejores películas de la cartelera, pero algunos lo encontramos muy estimulante.
Un docudrama hábil y virtuoso
Dicho esto, no resulta tan extraño que el nuevo trabajo del director de Ocho mujeres o En la casa tenga un tono de docudrama frío, sin humor, sin ninguna concesión al sensacionalismo ni al melodrama, para denunciar los abusos sexuales sistemáticos a menores por parte de algunos sacerdotes, y sobre todo la complicidad de la jerarquía eclesiástica con los mismos.
Gracias a Dios es una ficción tratada como un documental, desnuda de artificios dramáticos, en la que el director ha disimulado su virtuosismo, que no obstante está ahí presente y se muestra en la manera en que la historia hace transiciones entre sus tres protagonistas, cuyas historias no se cuentan en paralelo sino una detrás de otra pero con cruces entre ellas, de forma similar a como lo hace Tarantino.
La principal virtud de Gracias a Dios es tratarse de un ejercicio de estilo en el que Ozon explora las posibilidades del documental pero dejando en primer plano la denuncia de unos hechos desde el total respeto a las víctimas. Los tres personajes principales representan tres formas de impacto de los abusos en la vida adulta, desde la superación sin gran trauma aparente hasta el destrozo absoluto y la caída en el patetismo y el autoodio, pasando por la herida interna que va haciendo fricción hasta obligar a la víctima a la denuncia de los hechos muchos años después; también la postura ante la religión y la iglesia católica puede ser muy variable entre las víctimas, desde el rechazo y la apostasía hasta la crítica interna dentro de la institución. El guión habla de cómo este impacto varía en función de muchas circunstancias, como el entorno familiar y social, y también de la actitud de encubrimiento y de poca o nula empatía de las autoridades eclesiásticas.
Para ello se van narrando las diferentes etapas del proceso, la bola de nieve que va creciendo a partir de una denuncia aislada y construyendo una plataforma de afectados, con un enfoque muy centrado en la vivencia personal y asociativa de las víctimas, podríamos decir que desde dentro y no desde fuera; Hollywood habría preferido probablemente llevar la historia hacia el morbo de centrarse en el pederasta, que aquí se presenta como un psicópata que no produce ninguna fascinación sino únicamente desprecio, o de lo contrario abordarla desde el punto de vista de un investigador externo a los hechos y construir un drama judicial o periodístico, como de hecho hicieron con la plana y poco interesante Spotlight hace unos años. El único defecto que ambos títulos comparten es un metraje excesivo teniendo en cuenta las limitaciones propias de un relato basado en hechos reales.