Para quien no esté interesado en la crisis de deuda griega ni en los vaivenes políticos de los últimos años en Europa, Comportarse como adultos no tiene gran interés. Pero los amantes del cine político y de conspiraciones, de títulos como JFK, no deben perderse al rey indiscutible del género, el griego Costa Gavras, dándolo todo al hablar esta vez de la situación en su país.
COMPORTARSE COMO ADULTOS de Costa Gavras
Constantin Costa Gavras lleva 50 años, desde que estrenó Z, la película que lo situó en el mapa, siendo el rey del cine político. En ese tiempo ha pasado por muchas etapas; vivió el esplendor del género en los años 70, Oscar incluido por la mencionada Z, realizó thrillers psicológicos de trasfondo político en Hollywood, siendo La caja de música (1989) el más recordado, volvió a Francia, se enfrentó a la Iglesia Católica al denunciar la complicidad de su jerarquía con el nazismo en Amen (2002), criticó la situación del mercado laboral a través de la comedia negra Arcadia (2005) y, ya en los últimos años, El capital (2012) y el título que nos ocupa, su último trabajo hasta la fecha, le convierten en uno de los principales cronistas de la crisis económica en Europa y por lo tanto lo mantienen en la primera línea del género.
Intrigas en Bruselas
Siendo además griego, está claro que es difícil pensar en un director más idóneo para adaptar al cine las memorias del exministro de economía heleno, Yanis Varoufakis, y el pulso que el gobierno de Alexis Tsipras echó a las instituciones europeas hace unos años.
A pesar de todo el impulso del cine documental durante las últimas dos décadas, Costa Gavras sigue fiel a la ficción y ha optado por poner a actores a encarnar a personajes muy conocidos y habituales de los periódicos, una opción que puede funcionar bien en películas más centradas en lo personal y menos en la política pura y dura, como La reina, pero arriesgada y que probablemente habría estado condenada al fracaso en manos menos expertas, como ocurrió con la desangelada biografía de Margaret Thatcher La dama de hierro.
El director, tras 50 años denunciando las maquinaciones de la ultraderecha y vinculado a lo que se suele llamar izquierda radical, tampoco pretende fingir una pretendida neutralidad u objetividad que nadie iba a creer. La película sigue las memorias de Varoufakis y su punto de vista es el del gobierno griego que quiso enfrentarse a las políticas de austeridad y acabó sucumbiendo en el intento.
Durante el metraje se suceden reuniones del Eurogrupo, las cumbres de de los ministros de economía y finanzas de la Unión Europea, donde los representantes griegos son recibidos con tremenda hostilidad y su punto de vista ni siquiera es escuchado, y declaraciones a la prensa de descalificación y difamación tanto del gobierno heleno como de la población del país en general.
Costa Gavras denuncia el desprecio a la democracia de unas instituciones europeas que, según él, establecen normas que deben ser seguidas con independencia de lo que voten los ciudadanos. Nuevamente mantener la tensión y el interés en esta serie de reuniones, encuentros privados en los que se cuece lo que luego se decidirá en dichas reuniones, rumores e insidias que constituyen la vida de los miembros de un gobierno habría sido difícil para un director menos versado en contar crisis políticas.
El principal reproche que se puede emitir a Comportarse como adultos es el crear un clímax en torno al resultado del referendum convocado por Tsipras sobre el acatamiento o no de las políticas de austeridad y no explicar a continuación por qué, tras obtener un resultado favorable a sus propósitos, el presidente actuó en contra del mandato popular provocando la dimisión de Varoufakis. Se podría decir que se ha eludido el desenlace de la narración y se la ha llevado a un final abrupto. No obstante, antes se han sucedido dos horas de vibrante cine político para el que cuesta ver el relevo el día en que su director, que ya no es precisamente joven, decida retirarse.