Cuando Daniel Sánchez Arévalo estrenó su primera película, pretenciosa desde su propio título (que no reproduciré aquí), el cine español recibía con los brazos abiertos un nuevo subgénero nacional que en su momento denominé como “Almodóvar Hipster” y en el que el director se mueve como pez en el agua.
Después llegaría Gordos, una película con una acogida algo más fría pero que dejaba claro dónde residía la principal virtud del joven director y guionista: en los actores.
Primos reventó por su mezcla de comedia romántica norteamericana y el Verano Azul más español, y ahora llega La Gran Familia Española, su nueva película, con más parientes disfuncionales, otra boda y un buen puñado de esas situaciones tan del gusto del director y que solo consiguen sacarte de la historia. Y es que en La gran familia española volvemos a encontrarnos con personajes de ciencia ficción en situaciones de realismo mágico.
Es absoultamente imposible empatizar con ninguno de los personajes, con la excepción de Efraín, el hermano menor, interpretado con toda la fuerza y naturalidad del mundo por un Patrick Criado que tiene el mundo a sus pies. El otro personaje que se apodera de la función es Benjamín, el hermano retardado al que da vida Roberto Álamo en estado de gracia. Y es que Álamo es un gran cómico, algo que deja claro cada vez que le dejan demostrarlo.
Más allá de estos dos personajes, en La gran familia española se dan una serie de tópicos demasiado dispares. Quiere ser una película nuestra, que nos represente y en la que nos veamos reflejados, pero que tengas un camarero borracho (que afortunadamente sale poco) con los mismos tics que todos los camareros borrachos de la comedia clásica norteamericana no ayuda a que nos sintamos como en la boda de un colega. Pero lo que menos ayuda y, curiosamente, es más real de lo que parece, es el horrible gusto musical de Arévalo. La música de la película es terrible, y por momentos se aproxima a la catástrofe, sobre todo en la torpe, brusca y horterísima secuencia de la boda, tan ridícula como mal planificada y con la peor canción posible. Después de esa secuencia, aún en los primeros minutos de la película, activa la alerta del bochorno y uno ya no vuelve a desactivarla.
Arévalo abre todas las puertas y ventanas posibles, más de las que debería, y esa cantidad de subtramas, la mayoría de ellas sin importancia, disipan el interés de un espectador que al final terminará esperando la siguiente aparición de Benjamín para echarse una risa, aunque es probable que eso nos pase a los que no nos identificaremos nunca con ninguna de las historias y personajes de su director.
La verdad que tengo ganas de verla, sobre todo por los actores, a mi Primos ( Quim Gutierrez, Raul Arevalo, Clara Lago y el etc de actores/actrices que salian ) me gusto a pesar de que a mucha gente no le gusta, yo me lo pase bien, y creo que es dificil no compararlas la verdad, no espero que sea buena la verdad, ni mejor que la otra, pero hasta que no la vea nada ^^!