El escritor italiano Gabriele d’Annuzio dijo: “Renunciar a mi pasión es como desgarrar con mis uñas una parte viva de mi corazón”. Para su noveno largometraje, Catherine Corsini trae una historia que combina muy bien el sello propio de la autora, un relato de sensaciones, amores pasionales y reivindicaciones sociales. Se trata de ‘Un amor de verano (La belle saison)’, protagonizada por Cécile de France e Izïa Higelin y que logró dos nominaciones a los Premios César.
París, año 1971. Delphine es una joven de pueblo, hija de campesinos que se muda a la capital para poder estudiar, lograr una independencia económica y poder tener una vida propia. No es fácil para ella ser lesbiana en el campo, con lo cual, la oportunidad de vivir en París se antoja interesante. Allí conocerá el movimiento feminista de las jóvenes universitarias que luchan por los derechos de las mujeres y buscan mayor igualdad. Allí conocerá a Carole, una activista que es profesora de español y vive con su novio Manuel. Sin embargo, entre ambas surgirá un flechazo inmediato, provocando que vivan un apasionado romance.
Si algo le gusta a Corsini son las relaciones apasionadas, ‘Un amor de verano’ sigue la tendencia de otros filmes de la realizadora como ‘Partir’ o ‘La répétition’. No obstante en esta propuesta, la cineasta combina compromiso social y romance. Por un lado está el homenaje que Corsini realiza a aquellas activistas feministas de los años 70, que, impulsadas por el Mayo del 68, conquistaron varios logros con el paso del tiempo. Un tributo por esa causa feminista que, a día de hoy, sigue siendo muy necesaria.
Una vez realizado el homenaje, la directora pasa directamente a la historia de amor desenfrenado entre Delphine y Carole. Ambas se desean y viven intensamente su romance. Sin embargo, la directora es aquí donde muestra las claras diferencias sociales entre ambas. Delphine siempre ha tenido claro que es lesbiana, pero vive en el pueblo y desea vivir en la campiña, un lugar menos abierto y con unas normas más rígidas respecto a los roles de género. Por otro lado está Carole, una mujer urbanita que no tiene problemas en vivir de manera fluida su sexualidad, que sólo ama pasionalmente a Delphine.
Y ahí está su principal virtud, en el amor que Corsini muestra. Realmente, es no es nada extraordinario este amorío en sí, lo que sí es excepcional es la magnífica ejecución con el que trata este romance entre mujeres. No sólo se trata de un amor en una época concreta, fruto de una pasión desbordante y que debe enfrentarse a una época complicada y a un lugar como hostil, el pueblo. Ahí es donde la realizadora se luce evidenciando las claras diferencias sociales entre Delphine y Carole. La conversación entre ciudad y campo, entre distintas formas de vida, entre el descubrimiento y la experiencia, entre aceptarse o resignarse.
En ese sentido, sus actrices saben plasmar ese incómodo diálogo que se convierte este amor estival. Cécile de France e Izïa Higelin tienen la magnífica habilidad de transmitir las sensaciones de un amor tan apasionado como efímero, lo hacen a través de sus miradas, sus caricias, sus lágrimas, sus deseos. Unas emociones difícilmente capturables que las dos intérpretes logran mostrar, creando y apasionando al público con su relación amorosa. Mención especial para Noémie Lvovsky, que encarna a la madre de Delphine, una fuerza que ejerce de contrapunto y que devuelve a la realidad los sueños del amor más intenso.
‘Un amor de verano’ es tan bella y delicada como las pasiones del primer amor y tan desgarradora y real como las del primer desamor. Tratado con sumo respeto y con un trío de actrices magistrales, se trata de un potente drama sobre el amor con un trasfondo social sobre la lucha feminista que hace de esta propuesta una intensa y magnífica experiencia cinematográfica.
