El canadiense Denis Villeneuve ya tiene un plan de pensiones asegurado con su participación en la próxima secuela de Blade Runner, pero ese crédito se lo ha ganado con una trayectoria más que interesante.
No hace demasiado tiempo, allá por 2010, Villeneuve comenzó a estar en la agenda de los directores interesantes con la cruda Incendies, un dramático relato sobre herencias e identidades en el Líbano. El prestigio crítico dio luz verde a una carrera que avanzaba tímidamente desde finales de los ochenta. Tres años después se empleó a fondo y rodó dos cintas muy distintas pero que mostraban a un director con una sensibilidad especial para la atmósfera y el suspense. Prisioneros y Enemy funcionaron bien, cada una en su terreno. La primera era un thriller comercial y la otra, basada en El Doble de José Saramago y con guión de Javier Gullón (El rey de la montaña), era un thriller menos comercial. Pero ambas cintas se dejaban ver con agrado gracias a su buen pulso, sus notables interpretaciones y, en el caso de Prisioneros, la extraordinaria fotografía de Roger Deakins.
Ahora el director repite con Deakins, que es, como siempre, uno de los grandes valores de Sicario. Por desgracia, y aún con el ritmo, el pulso y el gusto por el encuadre perfecto de Villeneuve, la película se convierte, a pesar de esa R que lleva en la calificación por edades, en el trabajo más convencional y comercial de su director.
La historia de Sicario se centra en la agente Kate Mercer, una idealista en el FBI que participará en una operación en México que pretende terminar con los señores del crimen. Pero la historia, ya de por sí poco interesante y trillada, cambia de rumbo cuando el impactante prólogo pase a ser un mero Macguffin y la subtrama de la historia pase a cobrar más importancia.
Poco importa quién o qué, porque Sicario parece no decidirse por nadie en concreto (tanto, que parece que hay una secuela en desarrollo), hasta llegar a un clímax que debería ser brutal y se queda en un “bueno, vale, al final era esto”
Sicario no es una oportunidad perdida, es una buena película y técnicamente es irreprochable, pero termina por decepcionar a un espectador con ganas de algo más de autoría. Lástima que la citada secuela de la cinta de Ridley Scott tampoco vaya a contar, en principio, con demasiada personalidad.
3 / 5