Cine negro que emula la estructura invertida de obras como Memento y homenajea al cine de los Coen por sus toques de humor negro. Su problema es que en ningún momento sorprende, su dirección es plana y su elenco está lastrado por un protagonista realmente antipático.
En su imprescindible libro Las aventuras de un guionista en Hollywood decía William Goldman, guionista premiado con dos Oscar por Todos los hombres del presidente y Dos hombres y un destino, que todo buen guion tenía que cumplir las tres normas de la estructura, que la tuviese, que fuese firme y, lo más difícil, que el espectador no fuese consciente de ella. Esta norma, aún viniendo de un maestro como Goldman, no es irrevocable si la película tiene otras virtudes que compensen lo artificial del guion. Ahí tenemos los ejemplos de Memento, cuyo guion de delante hacia atrás funcionaba como un reloj gracias al talento de Christopher Nolan como director y al magistral montaje. Otro ejemplo sería Atrapado en el tiempo (Groundhog day). El espectador es consciente en todo momento de que hay un guion, con la eterna repetición del mismo día que el protagonista vive. Pero el genio de Bill Murray como actor y la originalidad de la propuesta hacen que la estructura desnuda de la película no tenga importancia, convirtiendo a Atrapado en el tiempo en una de las mejores comedias de la historia del cine.
Lago Schimmer, una mezcla de Memento y Fargo de serie B
La gran lacra de Lago Schimmer es que su artificio queda al descubierto desde el inicio y en este caso no hay nada que tape o compense el truco, con lo cual la que debería ser su principal virtud se vuelve en su contra. Es curioso cómo Netflix está produciendo desde hace tiempo series originales cuya factura convierte cada episodio en una pequeña película de cine, podemos citar Sense 8, Mindhunter o Stranger Things, mientras en sus producciones cinematográficas no consigue de momento el mismo efecto. Hace poco tuvimos un triste ejemplo con Máquina de guerra, película de pobre factura visual, fallida de principio a fin y uno de los peores trabajos de la carrera de Brad Pitt.
Lago Schimmer pretende seguir la senda de Memento en cuanto a estructura, explicando un robo a un banco en una pequeña población de Estados Unidos comenzando por el final de la historia para a continuación retroceder día a día hasta el principio de la trama. La otra baza de la película es intentar contar una historia arquetípica de cine negro salpicándola con detalles de humor negro a lo hermanos Coen. El resultado es un thriller que se sigue más o menos bien pero que no sorprende ni emociona ni siquiera cuando se juntan todas las piezas del puzzle y comprobamos que la resolución de la historia, que en realidad es el origen aquí, la hemos visto ya mil veces con anterioridad. Tiene el mérito de no intentar alargar la broma en exceso y sus noventa minutos escasos hacen que su falta de chispa no derive en fatiga para el espectador.
Rainn Wilson, de Scranton al Lago Shimmer
En el reparto encontramos a caras conocidas como Rainn Wilson – el inolvidable Dwight en The Office-, Ron Livingston o Rob Corddry. Todos cumplen con su oficio habitual frente a un irritante Benjamin Walker, actor que no tenía la desgracia de conocer y que es con diferencia lo peor de la cinta.
La banda sonora de Joseph Trapanese es de lo mejor de una película en la que se nota la ausencia de un director con voz propia, algo que Oren Uziel no logra demostrar en este debut en la dirección tras haber escrito los guiones de obras maestras de la historia del cine como los de Mortal Kombat o Infiltrados en la Universidad. Una suerte de Memento de serie B mezclada con Fargo que se queda en un quiero y no puedo dentro de una producción propia en cine de Netflix que, al menos de momento, no está consiguiendo rallar a la altura de la mayoría de sus originales en series.
Tráiler de Lago Shimmer (Shimmer Lake)
