Es complicado ser condescendiente con el cine de Ken Loach, una de las principales figuras del cine social europeo. En el pasado hizo afiladas propuestas como ‘Lloviendo piedras’ o ‘Felices dieciséis’, ejemplos de buena factura cinematográfica y compromiso social. Sin embargo, su última propuesta, ‘Yo, Daniel Blake’, vuelve a ser un mensaje ya visto en anteriores filmes pese a ser una película correcta aunque poco digna de haberse alzado con la Palma de Oro del Festival de Cannes.
Ken Loach vuelve a mostrar su cine más comprometido
Daniel Blake acude por primera vez en su vida a pedir ayudas sociales. La situación de este hombre de 59 años, carpintero de profesión, es delicada. Por un lado no puede trabajar debido a problemas cardíacos, pero por otro, la administración pública le obliga a buscar empleo si no quiere perder su prestación. En uno de los viajes a la Oficina de Empleo conoce a Katie, una madre soltera con dos niños. La mujer tuvo que hacer vivir alojada a 450 kilómetros de la ciudad para evitar que ella y sus hijos acaben en un hogar de acogida. Ambos intentarán ayudarse mutuamente pese a la inacción de la administración.
Ver cine de Ken Loach es tener algo claro, se está ante su punto de vista sobre la realidad social. Con lo cual, no será nada imparcial a la hora de mostrar las acciones de la trama, llevando a su favor la crítica hacia el sistema que ha pretendido hacer siempre. ¿Eso convierte a su cine en malo? No, pero condiciona mucho a la hora de ver una propuesta que vuelve a ser igual de maniquea que otras películas suyas como ‘Jimmy’s Hall’ o ‘En un mundo libre’.
Yo, Daniel Blake logra su objetiva de concienciar al público
Pese a ser manipuladora y algo tramposa, lo cierto es que ‘Yo, Daniel Blake’ logra cumplir con su objetivo: El de concienciar al público y el de mostrar las brechas que tiene el sistema con los ciudadanos más desfavorecidos. Consigue provocar curiosidad en el espectador, que ahonde en su propio sistema y luche porque sea más justo. En ese sentido, Dave John transmite la indignación de la clase media trabajadora, pese que Loach no calibra en su intención de mostrar a un sistema que aplasta y devora a la clase obrera.
Loach y el guionista Paul Laverty, siguen en sus trece en crear una propuesta maniquea y paternalista que provoca que ‘Yo, Daniel Blake’ deje al espectador con una sensación de déjà vu y que demuestra a estar a años vista del cine social de los Hermanos Dardenne que con propuestas como ‘Dos días, una noche’ o ‘El niño de la bicicleta’ supieron mostrar las heridas que deja un sistema tan impersonal como cruel.
Hayley Bennett, magnífica en Yo, Daniel Blake
Evidentemente, ‘Yo, Daniel Blake’ gustará y convencerá por su compromiso social, aunque eso no la convierta en una obra maestra. Unas intenciones que son irreprochables pero que, difícilmente, provocarán que se esté ante una gran película. Al espectador comprometido y político le tocará el corazón y le hará sentirse muy a gusto con sus ideas. En ese sentido, Loach consigue lo que propone, lo que convierte a la cinta en un capricho por y para sus fieles seguidores.
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