Simone de Beauvoir dijo: “Los hijos son la obligación de formar seres dichosos”. Tras el éxito de ‘Arrietty y el mundo de los diminutos’, Hiromasa Yonebayashi tuvo la labor de crear un segundo filme para Studio Ghibli. El resultado fue ‘El recuerdo de Marnie’, basada en la novela de Joan G. Robinson, ganadora del premio del Jurado en el Festival de Seattle y del de Toronto y nominada al Oscar a Mejor Film de Animación. Es también la última producción del estudio tras el anuncio de su cese temporal de actividad.
Anna es una chica solitaria, que siente una extraña melancolía. Vive con sus padres adoptivos en Sapporo. Debido a su frágil salud, el médico recomienda que la muchacha pase un tiempo en un lugar más natural y apacible. Es por ello que su madre, Yoriko, envía a Anna con sus tíos, los Oiwa, en Hokkaido, para que pase allí el verano y puede recuperarse. Un día, caminando por los médanos, divisa una lujosa mansión que le resulta familiar. Se trata de la famosa Casa del Pantano, en la que se encuentra con Marnie, una niña de aspecto occidental y con la que traba amistad. Sin embargo, un día la chica desaparece sin dejar rastro. En ese mismo instante se muda al pueblo la familia de Sayaka, con la que Anna también se hace amiga. Es entonces cuando comienza a conocer más sobre Marnie, que no es quien parece ser.
Yonebayashi vuelve a adaptar un novela literaria juvenil británica tras ‘Arrietty y el mundo de los diminutos’. Sin embargo, en esta propuesta, las protagonistas guardan una complejidad mayor que los de su antecesora. En esta ocasión, el personaje principal tiene una fuerte sensación de desarraigo al que se le suma los problemas que conlleva la propia adolescencia. Esa sensación de no pertenecer a un lugar propio es el tema central, el que da la inseguridad en la joven Anna.
La aparición de Marnie no es casualidad, es la metáfora sobre la fuerza y el cariño interior que da el amor maternal. Los lazos familiares son los que fortifica el cariño más que la sangre. Una conclusión que parece sencilla, a simple vista, pero que resulta todo un reto de aceptar en plena adolescencia. Ahí también reside la virtud de ‘El recuerdo de Marnie’, en ofrecer una mirada respetuosa los dramas de la adolescencia y tratarlos correctamente, sin histerismos ni exageraciones.
Junto a ella se suma un aroma dulcemente femenino, ‘El recuerdo de Marnie’ no engaña en su tipo de propuesta y aboga por acercar esa mirada al resto del público. Esta valiente decisión es arriesgada, ya que cierto público masculino la rechazará. Sin embargo, quien no tenga prejuicios hacia este tipo de relatos, la sabrá disfrutar con la solemnidad propia que le da una buena dirección acompañada por un correcto guión.
Vale la pena resaltar cómo Studio Ghibli, incluso en sus obras “más menores”, mantiene hasta el último detalle en su estilo de animación. La melancólica belleza que evocan los paisajes provoca una extraña sensación de nostalgia y tranquilidad. Eso sumado a una banda sonora madura, ofrecen de ‘El recuerdo de Marnie’ una de las propuestas más alternativas vistas por el estudio. De hecho, eso la acerca a filmes como ‘La colina de las amapolas’ o ‘Susurros del corazón’.
Pese a no jugar en la misma liga que ‘El viaje de Chihiro’, ‘El castillo ambulante’ o la reciente ‘El cuento de la princesa Kaguya’; ‘El recuerdo de Marnie’ es una deliciosa experiencia visual y artística. Es la demostración de que se está ante un cineasta que tiene un imaginario aún por explotar. Una propuesta que va más allá de los sentidos y que evoca aquellos recuerdos del ayer que deben ser el motor para un próspero futuro y un plácido presente. Una experiencia semejante a la de mirar el atardecer mirando al horizonte en el mar. Una maravilla.