El dramaturgo Jacinto Benavente habló sobre esa felicidad que consigue rozarse por qué no logra llegar, cuando lo peor es que se nota cercana: “En la vida, lo más triste, no es ser del todo desgraciado, es que nos falte muy poco para ser felices y no podamos conseguirlo”. Sabias palabras que pueden servir de precedente para hablar de ‘Una segunda oportunidad’, dirigida por Susanne Bier y que se exhibió en la 62ª edición del Festival de Cine de San Sebastián.
Andreas y Simon son compañeros y policías. Pese a tener un vínculo de amistad fuerte, sus vidas no podían ser más diferentes. El primero es un hombre con una vida estable, dedicado marido y recién estrenado como padre. El segundo está todavía aceptando su tormentoso divorcio y aceptando que no puede ver a su hijo con la constancia que desea. Sus vidas darán un vuelco tras apaciguar una discusión de una joven pareja de drogadictos que ocultan a un bebé recién nacido en el armario. Ese desafortunado descubrimiento será el inicio de la debacle de Andres y el renacer de Simon.
Bier vuelve a contar un drama tremendista, de esos que también ha sabido confeccionar en el pasado con obras como las excelentes ‘Te quiero para siempre’, ‘Hermanos’ y ‘En un mundo mejor’. Sin embargo, esta ocasión, la directora fuerza excesivamente el enredo dramático al que se enfrentan sus personajes.
Evidentemente, la realizadora danesa es una artista en entrelazar relatos dramáticos con tintes trágicos. Sus personajes son llevados al límite de sus propios códigos éticos, de sus impulsos y reflexiones. Pero esta propuesta, que vuelve a contar en la labor de guión con Anders Thomas Jensen, no logra ser tan brillante como sus anteriores trabajos, recordando que se trata del segundo patinazo seguido de la directora tras la desastrosa ‘Serena’.
La película tropieza con ese cruce de vidas que provoca el primer encuentro entre los policías y la pareja de drogadictos. No tanto por las diferencias de ver la vida, sino porque da la sensación de estar entrando en un debate sobre la responsabilidad del estado ante la situación de niños con riesgo de maltrato por parte de sus progenitores y da un giro radical con el que ese inicio no tiene conexión. En caso de haber seguido esa línea, Bier hubiera acertado de pleno. Pero no, quiso poner ante una cuestión moral a su protagonista por otros lares, más enrevesados que han provocado estar ante situaciones incoherentes.
Pese a esos tropiezos en la trama, lo cierto es que su reparto consigue salvar dignamente este drama con cierto aroma a telefilme alemán de sobremesa. Nikolaj Coster-Waldau sabe llevar a su terreno esas acciones contradictorias de su personaje, Andreas. Al actor, como les sucede a otros europeos como Marion Cotillard, Mads Mikkelsen o Matthias Schoenaerts, realmente le ofrecen retos interpretativos en la industria del viejo continente.
Junto al intérprete de ‘Juego de Tronos’ están los habituales de Bier, los siempre solventes Ulrich Thomsen y Nikolaj Lie Kaas. El primero es ese compañero que ante el drama del otro, consigue salir de sus propios infiernos, el segundo es el maltratador y drogadicto progenitor del bebé del armario. Ambos personajes están completamente desaprovechados, ya que sus acciones apenas se muestran.
Con una atmósfera incómoda, ‘Una segunda oportunidad’ se convierte en una cinta menor de la realizadora danesa. Un ligero traspiés que, gracias a sus actuaciones, logra dejar algo de huella en el espectador.
3 / 5