Vaya, una película de ciencia ficción a la vieja usanza que no toma por imbécil al espectador moderno y que, a pesar de no contar nada nuevo, sí lo hace de manera superior a la media.
Vaya, un blockbuster que supone la primera película “foránea” de un director coreano y que no está contruido a base de tópicos y planos robados del resto de películas similares.
Snowpiercer es una extravagante y desquiciada epopeya post-apocalípitica desarrollada en una única localización que adapta la novela gráfica Le Transperceneige, de Jean-Marc Rochette y Jacques Loeb.
Bong Joon-ho, que incluso consigue inyectar su sentido del humor, dirige como si la Disney de principios de los ochenta, la que adaptaba clásicos de Bradbury, producía fugas berlinesas o transformaba a Peter MacNicol en caballero ante dragones, hubiera apostado por Terri Gilliam para adaptar un relato futurista de corte clásico sobre la lucha de clases, logrando crear una estupenda atmósfera rodeado de un puñado de actores en estado de gracia, donde destaca una espléndida Tilda Swinton que disfruta mas que nadie componiendo un personaje inolvidable más propio de los estudios Ealing que de los tiempos de los Wachowski.
La rapidez con la que se suceden los acontecimientos durante el largo recorrido por el interior de un tren-arca, del último vagón al primero, tiene tiempo de tomarse la licencia de convertir cada nueva clase del vehículo en una película cada vez más alocada, pero siempre desde la inteligencia y el buen hacer de un director al que nunca se le va de las manos un material tan propenso al exceso y la acción burda.
Una regalo para los aficionados al fantástico y la aventura y una sorpresa mayúscula para cualquier amante del buen cine.
4 / 5
