Kaftka dijo: “El gesto de amargura del hombre es, con frecuencia, sólo el petrificado azoramiento de un niño”. Nunca es tarde para empezar, que se lo digan al dramaturgo y actor Israel Horovitz que se estrena en la dirección de un largometraje con ‘Mi casa en París’, basada en su obra de teatro homónima y que está protagonizada por Kevin Kline, Kristin Scott Thomas y Maggie Smith.
Matthias es un desventurado neoyorquino sin esposa, sin hijos y sin un céntimo en el bolsillo. Será una auténtica sorpresa cuando se entere de que hereda de su padre –con quien no se hablaba desde hacía mucho tiempo– una enorme casa en el barrio de Le Marais, en pleno centro de París. Su objetivo: Venderla lo antes posible para poder tener algo de capital. Lo que no esperaba es que la mansión estuviera habitada una señora mayor, Mathilde, y su hija, Chloé. Pero lo que realmente le pilla de improviso es que se trata de una inquilina viager que, según las leyes francesas, Matthias no podrá tener acceso a su propiedad hasta que la anciana muera, ya que su padre la compró como renta vitalicia.
El cine que parte de una obra de teatro tiene un aura propia que, en caso de saberse tratar, logra mantener la esencia de estar en un espacio cerrado para que el público centre su atención en sus personajes. Con lo cual, toda la película tiene su fuerte en sus interpretaciones, que logran traer al espectador un viaje turbulento que empieza de la manera más pausada y cordial posible. Kevin Kline se convierte en un maestro de ceremonias que, acompañado por una magnífica partenaire llamada Kristin Scott Thomas y una mentora que es la gran Maggie Smith, lleva al público a un camino donde el niño afligido, las heridas interiores del pasado y el rencor son los que atormentan a sus tres protagonistas.
‘Mi casa en París’ es realmente un drama disfrazado de comedia, donde esos momentos se convierten en esenciales para poder empatizar con ese neoyorquino deprimido, esa anciana que no supo amar y su hija, que sigue sus pasos. Y consiguen atrapar, los tres actores demuestran que se puede tratar un melodrama de forma elegante, incluso aportar una mirada irónica y sarcástica. No sólo los tres intérpretes angloparlantes están estupendos, verdad es que también tienen todo el peso de la trama, también vienen acompañados por excelentes secundarios de la industria francesa como Stéphane de Groodt y Dominique Pinon. Mención aparte a Stéphane Freiss y a Noémie Lvovsky.
Y lo cierto es si no fuera por su muy acertado reparto, no se podría decir que se esté ante una gran obra. El debut de Israel Horovitz como realizador de largometrajes, a los 75 años, es realmente notable gracias a su elenco, que consigue surcar una trama que, en manos de actores menos profesionales, no hubiera conseguido llegar a esa redención en una agridulce comedia mucho más cercana a la tragicomedia que al drama.
Elegante, equilibrada y con un toque personal y europeo, ‘Mi casa en París’ es el buen ejemplo de que los años y la experiencia pueden ofrecer unos grandes comienzos, una demostración de que un buen vino debe abrirse en su momento, ni antes ya que es demasiado joven ni después porque es demasiado añejo. Una experiencia a la par que placentera, amarga, como un Gran Reserva.