Tiene gracia que después de una trilogía titulada Parque Jurásico, el parque abra sus puertas en una nueva película que se carga el parque del título.
Jurassic World no pierde el tiempo en palabrería pesada -hola, El mundo perdido– ni en tramas que se ríen de nosotros casi más que del protagonista -hola, Parque Jurásico Tres-, y a los diez minutos escasos de película ya tenemos la piel de punta y a Michael Giacchino haciendo lo que mejor sabe hacer: emocionar rindiendo pleitesía al maestro.
Esta secuela directa de la película original de Steven Spielberg, apunte lógico que demuestra que hasta el mismísimo señor director se equivoca de vez en cuando -hola de nuevo, El mundo perdido-, Jurassic World renace a lo grande, como lo ha hecho recientemente Mad Max, con la película más trepidante, violenta y emocionante posible para el gran público de las multisalas. Como no podía ser menos, hay niños, damiselas y héroes dispuestos a poner su vida en juego para salvar a los miles de personas que abarrotan el parque de atracciones más peligroso de nuestras vidas. Ese aire de parque de atracciones en apuros es uno de los grandes aciertos de la peli, con una atmósfera de película de catástrofes -en este caso carnívoras- de otra época que sienta de maravilla a la propuesta.
Que la acción no salga en ningún momento de un parque de atracciones que lleva dos décadas intentando abrir necesitaba algo más que personajes, y aunque Chris Pratt y Bryce Dallas Howard hacen lo suyo, lo que importa aquí, ahora y hace veinte años, es tener encontronazos con bichos prehistóricos, y de bichos Jurassic World va muy sobrada. En cierto modo, la película sería el equivalente a Gremlins 2 si la acción se hubiese desarrollado en la jungla de Depredador, con sus equipos militares, sus balas y su fuego. Ese ritmo loco sin caídas innecesarias es muy de agradecer, tanto como el mayor acierto de todos: tener un villano monstruoso. La nueva entrega no tiene tiempo para personajes antipáticos y traicioneros -aunque haya un par- y pone toda la carne en el asador con un nuevo monstruo, más inteligente y que caza por placer, al que nuestros héroes intentarán frenar antes de que sea demasiado tarde.
Puro disfrute veraniego lleno de situaciones extraordinarias con un sentido del humor mucho menos atrofiado que lo que venía ofreciendo y que demuestra en su parte final la razón principal de la existencia de este universo. Nota alta para Colin Trevorrow en su primera película grande. Ojalá no echemos de menos su ausencia en las futuras secuelas.
4 / 5