Miguel Cohan regresa al ruedo tras su anterior y primer film, aquel que tuvo lugar en 2010 bajo el título de Sin retorno. Allí concebía un producto sólido que destilaba aires de buen thriller con elementos dramáticos de apreciable credibilidad.
En este 2014, el director reaparece con Betibú, basada en la novela de Claudia Piñeiro, en un relato que intenta lucirse en uno de los géneros que mayor atrae al público a las salas de cine: el thriller policial. Y, dentro de esta temática, la historia, con ciertas recaídas y determinados pasajes que no llegan a enlazar por completo, satisface, consolidándose con un buen resultado y quizás un poco más que eso. El plus, más allá de la destacada edición y de una fotografía atinada y sugerente, lo encuentra en las interpretaciones, en un trío protagónico en el que, si bien Mercedes Morán es el personaje principal, Daniel Fanego es el que se percibe más convincente y sobrio. Por otra parte, Alberto Ammann, a pesar de algunos inconvenientes (si se permite el término) ante la indefinición en sus expresiones entre cordobés, porteño y español, posee un porte y un plante en escena que suma y genera empatía para con el observador.
El hecho que obra como punto de inflexión se nos enseña al comienzo, en el country La Maravillosa, cuando la empleada doméstica del lugar encuentra degollado en su sillón a un importante y poderoso empresario llamado Pedro Chazarreta (Mario Pasik). Cada medio quiere dar la primicia, entre ellos el diario El Tribuno, cuyo CEO es Lorenzo Rinaldi (José Coronado). Este no tiene mejor idea que localizar a Nurit Iscar, conocida como Betibú, para elevarle una propuesta laboral que la transporte hacia el famoso country para que, desde su posición como escritora de novelas policiales, redacte una crónica de lo que perciba allí. El enigma y lo jugoso del argumento en sí, radica en saber si Chazarreta efectivamente se ha suicidado o alguien más está entrometido en el asunto.
La película invita al espectador a que juegue al detective, para que indague, formule hipótesis y vaya atando cabos sueltos. En la investigación intervienen dos personajes que, a través de su incompatibilidad, despiertan interés y hasta convocan a un humor socarrón que se hace manifiesto cuando entrecruzan palabras e intercambian opiniones. Brena (Daniel Fanego) de un lado; Mariano (Alberto Ammann) del otro.
Betibú no se limita ni escatima a la hora de lanzar una crítica al sistema encargado de proveer seguridad a los ciudadanos, ni tampoco se ahorra discursos para despotricar contra la corrupción de quienes detentan posiciones de mayor poder. Así como es, en parte osada cuando de estos aspectos se ocupa, también es algo apática cuando se aísla del eje central y motor de la historia, como es lo netamente policial.
Aceptable, intrigante y con alguna que otra secuencia en donde se apela a la rigidez del suspenso, el film gana en calidad visual, en la firmeza de sus pilares actorales e incluso en ciertos giros argumentales. El desenlace, a repartirse entre murmullos y aplausos, y a madurarlo de a poco en la mente.
3.5 / 5