Stranger Things es la nueva serie original de Netflix. Un homenaje a los 80 en tono de thriller fantástico que vamos a analizar. Tras haber visto sus 8 episodios y no solo el piloto por cierto. En cines.com nos gusta hacer las cosas bien.
Stranger Things, la nostalgia llega a Netflix
La nostalgia está de moda y sobre todo vende. Netflix ha estrenado una nueva serie de producción propia con la que ha querido dirigirse directamente a la generación nacida a finales de los 70 y principios de los 80, la que hoy en día se aferra, camino de los 40, a Pokemon Go o se emociona con noticias como esta. Su título es Stranger Things y a lo largo de sus ocho episodios desarrolla una trama de thriller fantástico que, por ambientación y referencias, hará las delicias de los viejóvenes que se acerquen a ella. El resto también estáis invitados por supuesto.
Stranger Things tiene como cabeza de cartel a un mito de los 80 y 90 como fue Winona Ryder. La actriz de Eduardo Manostijeras o Bitelchus vio con la llegada del nuevo milenio declinar su estrella por algunas malas decisiones profesionales y otras personales —no voy a volver al episodio famoso de su hurto en una tienda, todos tenemos derecho a equivocarnos—. Pero Winona siempre ha estado en el corazoncito de quienes, y no es casualidad, constituyen ahora el núcleo principal de suscriptores de Netflix. La acompañan en el reparto como nombres más destacados David Harbour (The Newsroom) y Mathew Modine, otro actor mítico de los 80 visto en multitud de títulos como La chaqueta metálica, Casada con todos o Vidas cruzadas.
Pero aunque David Harbour está estupendo y Winona hace lo que puede con un personaje quizá limitado por su arco dramático, el gran atractivo de Stranger Things no son sus actores adultos, sino su elenco de actores infantiles y juveniles. Y es que la serie está enfocada en todo momento desde el punto de vista de los niños que la protagonizan. Al principio molesta incluso la proliferación de referencias y homenajes a títulos como E.T. Aquí también hay un grupo de chavales que esconden un ser misterioso en la casa de uno de ellos mientras un organismo del gobierno va tras ellos. Por supuesto también juegan al rol, van en bicicletas y viven en un pequeño pero encantador pueblecito. También hacen referencias continúas a Star Wars y hay un momento en el primer episodio en el que uno tiene la sensación de que Netflix se ha pasado de lista y está plagiando más que homenajeando.
E.T + Los Goonies/ Stephen King = Stranger Things
Por suerte esa sensación desaparece pronto con el devenir de los episodios y sobre todo con el cambio de tono de la serie, que deja de ser tan E.T para convertirse más en Los Goonies. Los episodios centrales de Stranger things, entre el 2 y el 6 son brillantes, pero no por sus hallazgos de guion o la originalidad de su propuesta, sino por la simpatía que despierta la relación de los niños. La serie invierte gran parte de su metraje en contar las típicas historias mil veces vistas de amistades inquebrantables en la niñez, de primeras relaciones sentimentales, con personajes arquetípicos como el guapo del colegio. Pero se hace con tanto cariño y sencillez que atrapa. Paralelamente se va desarrollando una trama principal de corte fantástico que recuerda al Laberinto del Fauno o a La Cosa de Carpenter —no en vano un poster de la película decora la habitación de uno de los niños— pero finalmente, por desgracia, acaba siendo más JJ Abrams en Lost que otra cosa.
Pero da igual, llegados a los dos últimos episodios de la serie, Stranger Things ya nos tiene ganados desde hace tiempo y podemos perdonarle las incoherencias y agujeros de guion con los que cierra la trama.
La cabecera, sobria pero fascinante, el diseño de producción y el look de la serie nos sumergen de pleno en unos años 80 que, en el fondo, nadie vivimos a pesar de haberlo creído. Si lo pensamos, la infancia de un niño español en los 80 poco tenía que ver con los universos que veíamos en películas como E.T., Los Goonies o Regreso al futuro, pero todos tenemos en nuestro imaginario de aquella década una serie de códigos que Stranger Things ha sabido explotar con inteligencia. A destacar la banda sonora de Kyle Dixon y Michael Stein —que debutan con este trabajo— y han creado una música atmosférica brillante que recuerda a la de Duft Punk para Tron Legacy.
Stranger Things es una serie que, una vez vistos sus ocho episodios, nos deja con la sensación de que lo que nos han contado no era para tanto, pero a esas alturas ya da igual, porque el carisma de los personajes infantiles, el encanto que rezuma y algunos momentos de terror bien logrados, hacen que el viaje merezca la pena. Espléndidamente rodada por los hermanos Duffer —cuyo crédito más notable hasta ahora era ser guionistas de la serie Wayward Pines—, engancha y se ve en un suspiro a pesar de ser episodios de más de cincuenta minutos cada uno. Es de esperar que el final abierto, y la tendencia que tiene Netflix a renovar todos sus originales, nos aseguren una segunda temporada de una de las series más entrañables vistas hasta ahora en su catalogo. Se convertirá en uno de los fenómenos seriefilos de la temporada seguro.
Tráiler de Stranger Things
Valoración de Stranger Things
Última actualización: 16/01/2018