Javier Gutiérrez vuelve a llevar a cabo a la perfección su habitual papel de trepa y Mario Casas también vuelve a ser un chico guapo débil y manipulable en Hogar, una nueva muestra, tan correcta y elegante como manida, del thriller de psicópata que amenaza a una familia.
Hogar de Álex y David Pastor
Los hermanos Pastor vuelven a su ciudad natal, Barcelona, tras más de 10 años de una carrera internacional a caballo entre España y Estados Unidos que comenzó con su primer largo, Infectados (2009). En este nuevo trabajo, que se salta las pantallas de cine estrenándose directamente en las plataformas de vídeo por demanda, muestran su predilección por y su experiencia en el cine nortamericano con un proyecto de intenciones claramente comerciales y pensado para que guste fuera, aunque esté rodado en español, puesto que su concepto es cien por cien hollywoodiense.
Un thriller correcto sin ningún fallo y sin ninguna sorpresa
No hay ningún sabor local en Hogar ni su título supone ningún guiño a la vuelta a casa que supone para los hermanos rodar en Barcelona. Por el contrario, su guión recoge el esquema más clásico del thriller anglosajón basado en la obsesión por el éxito y el ascenso social, la familia y la suplantación de la identidad, a la hora de abordar la historia de un alto ejecutivo que, por quedarse en el paro, cae en desgracia socialmente. La pérdida de su vivienda y su traslado a un barrio popular le harán desarrollar al pie de la letra las artimañas despiadadas que le enseñan en los cursos de reciclaje profesional a los que tiene que acudir.
Aunque el desarrollo de la historia muestra que las reglas del capitalismo individualista son despiadadas y la psicopatía es la única forma de seguirlas al pie de la letra de manera eficiente, y que el mundo del triunfo social es de hombres y reduce a la mujer y los niños a meros adornos para la foto que pueden ser intercambiados cuando dejan de ser estéticos, la película en ningún momento se sale de un estricto planteamiento comercial ni mucho menos plantea ningún discurso que ni siquiera roce la crítica social. Hogar podría haber sido producida exactamente igual, con el mismo guión, los mismos planos y el mismo montaje, en el Hollywood de mitad de los años 90, en el que habría sido considerada una imitación de las más dignas de La mano que mece la cuna.
Aunque su aportación a un género que ya nos conocemos de sobra sean nulos, estamos ante un trabajo de encargo muy correcto para lucimiento de Javier Gutiérrez, que de nuevo borda el mismo personaje que ya ha repetido varias veces, y en el que también se ha proporcionado a Mario Casas un papel adecuado para su físico y su registro. El riesgo brilla por su ausencia en un proyecto que, por otro lado, renuncia de manera muy elegante a cualquier chabacanería, como habría sido la escena de ducha, de cama y/o de sangre que suelen ser habituales en estos casos.
Hogar se puede calificar de buen cine hecho para televisión o, lo que viene a ser lo mismo, de versión corregida y de calidad de los telefilms de psicópata de sobremesa.