Dinamarca está bien situada en la carrera hacia el Oscar de película de habla no inglesa con The guilty, un thriller construido a base de conversaciones telefónicas; el director y coguionista y el actor principal salen muy bien parados de un ejercicio de estilo con un protagonista absoluto y unidad de tiempo y de espacio.
THE GUILTY de Gustav Möller
Hay varias películas en las que el teléfono juega un papel central, como The ring o Cellular, pero no es fácil encontrar precedentes para un ejercicio de estilo como The Guilty, que se sostiene con un solo personaje en pantalla; de los otros solamente podemos escuchar su voz en conversaciones telefónicas. Lo más aproximado sería una película independiente de los 90 injustamente olvidada, Denise te llama, sobre un grupo de amigos que hablan por teléfono y que nunca consiguen verse en persona, una distopía a lo Black Mirror en su momento pero que las redes sociales y el WhatsApp convertirían en costumbrismo en poco más de 10 años, y sobre todo Enterrado, la opera prima de Rodrigo Cortés, que, como el título que nos ocupa, se centraba en un único personaje.
Solo ante el peligro telefónico
The Guilty consigue funcionar con lo mínimo y salir airosa de un reto muy difícil: un protagonista único y absoluto en un único escenario y en tiempo real; no lo habría conseguido sin un guión muy trabajado, que tiene los giros que debe de tener pero que evita los manierismos, ni sin una brillante interpretación del desconocido Jakob Cedergren, arropado solo por las voces de sus compañeros. La naturaleza teatral de la producción es al mismo tiempo su gran virtud y lo que la convierte en uno de los títulos más dignos de mérito de la cartelera, y también, por otro lado, su hándicap: el pero de esta película es que no existe un concepto realmente cinematográfico en el proyecto y la puesta en escena desplegada por el director, elegante pero clásica y discreta, basada en el uso del primer plano, no consigue ahuyentar cierto aroma a teatro filmado, aunque se trate de un guión original.
Aunque lo espectacular de la película es su formato, este no funcionaría sin una estructura de thriller basado en la transformación, o más bien la revelación, de un héroe que va pasando a ser antihéroe. Se le da la vuelta al relato habitual de un título de Hollywood de culto al macho alfa en el que un policía, casi siempre un hombre blanco heterosexual, salva una situación a base de extralimitarse en sus funciones. The Guilty nos recuerda en cambio que los procedimientos y la burocracia tienen su sentido y la importancia del trabajo en épico; la huida en solitario y el querer hacer el héroe suelen llevar a cometer errores muy graves porque la realidad es muchas veces más compleja de lo que aparenta.
Crítica de Antonio López