El primer título relevante de género fantástico del año nos llega de Suecia y es una adaptación de un relato del mismo autor de Déjame entrar. Nominada al Oscar de mejor maquillaje, Border es una historia intimista con ritmo sosegado y mucha influencia del drama escandinavo que trata de la asunción de su identidad por parte de una protagonista no humana.
Border de Ali Abbasi
Déjame entrar, que por supuesto contó con un remake norteamericano, fue uno de los mayores éxitos del cine sueco de la pasada década; Border comparte con ella un origen común, no porque tengan el mismo director, como podría llevar a pensar la publicidad del film, sino porque ambas están inspiradas en relatos del mismo escritor, John Ajvide Lindqvist. Y de hecho, tienen en común muchas cosas: ambas son relatos de personajes aislados y rechazados por su comunidad, con protagonistas atormentados por su naturaleza no humana, contra la que libran una lucha en la que se alternan la negación y la aceptación y teñidos de una melancolía típicamente escandinava. En el lado visual comparten un estilo elegante, un ritmo pausado y una fotografía y dirección artística que buscan el contraste entre interiores minimalistas y exteriores de una naturaleza poderosa que domina a los personajes.
Tal vez un punto débil de Border, de hecho, sea que puede resultar demasiado parecida a Déjame entrar, aunque las diferencias entre ambas, que también las hay, jugarían a favor de Border: en primer lugar, mientras Déjame entrar daba otra vuelta de tuerca al subgénero de vampiros, que podríamos considerar ya agotado y abordado desde todos los ángulos imaginables, incluyendo el del enfoque intimista y el de la angustia existencial, este nuevo título se introduce en un terreno, que no vamos a concretar para no hacer spoiler, mucho menos explorado y más arriesgado.
Border, entre lo fantástico y el cine independiente escandinavo
Por otra parte, el director de Border, Ali Abbasi, de origen Iraní a pesar de lo mucho que ha asimilado la herencia cultural y visual sueca, es un amante del fantástico, mientras que Déjame entrar estaba dirigida por Tomas Alfredson, un artesano ajeno al género cuyo último trabajo ha sido el mediocre thriller El muñeco de nieve. De ahí que, mientras en la película de Alfredson los vampiros acaban resultando casi un añadido para darle color a un drama psicológico un tanto anodino y déjà vu sobre el niño diferente víctima de bullying, la de Abbasi sí tiene un concepto claramente de género que penetra hasta el núcleo del relato, que quedaría sin esencia sin el componente fantástico.
El título Border, que se refiere no solo al trabajo de la protagonista, que es vigilante en la frontera sueca, y a su condición fronteriza entre dos mundos por su educación humana y su naturaleza no humana, también sería aplicable a una película que se sitúa entre el fantástico y el cine independiente escandinavo, al igual que Thelma, un título noruego del año pasado, que muestra la buena salud que el género, aunque sea hibridado, muestra por esas latitudes. Habrá que buscar la primera película de Abbasi, Shelley (no confundir con la biografía de Mary Shelley estrenada el pasado año), de la que no tenemos constancia de su paso por pantallas españolas.
Crítica de Antonio López