Comienza El Renacido (The revenant) con una secuencia bélica entre unos colonos americanos y unos indígenas deudora hasta el extremo, en ideas y estilo de realización, del desembarco de Salvar al soldado Ryan. Es un inicio brillante que mantiene al espectador pegado a su butaca y hace concebir la esperanza de que estemos ante una obra mayor. Pero conforme la película avanza y se desencadena el primer nudo de la trama, El Renacido (The Revenant) se estanca, y uno se da cuenta en un momento dado de que lleva una hora viendo a Leonardo DiCaprio básicamente pasando frío, algo que la emparenta por cierto con la última película de Isabel Coixet: Nadie quiere la noche –¿Coixet y DiCaprio en un mismo texto?, sin duda el futuro era esto–.
Leonardo DiCaprio va a ser sin duda el ganador del Oscar al mejor actor de este año por este papel. Le toca y no seré yo quien me oponga a ello tras verle más de una década encadenando papeles memorables desde que sustituyó a Robert De Niro como actor fetiche de Scorsese. Pero aún estando notable, hemos visto a DiCaprio en varios papeles de mayor mérito que este.
Lo mismo puede aplicarse a Iñárritu, solo que en este caso es casi imposible que repita estatuilla tras su premio del año pasado por la excelente Birdman. El director mexicano es ya uno de los grandes de Hollywood, y lo sabe. Lo malo es que en El Renacido (The Revenant) parece querer recordárnoslo constantemente. Y es que estamos sin duda ante una película esplendidamente rodada, en la que Iñárritu sabe sacar partido de los increíbles paisajes naturales en los que está rodada, magnificados si cabe todavía más por la presencia de la nieve. Pero sobra metraje, bastante, en la parte central de la película, y eso es algo que redunda negativamente en el ritmo narrativo y en la emoción que los puntos álgidos de la trama deberían transmitir.
No es una cuestión de duración. Por algún motivo que desconozco, se me ha quedado grabada desde que la leí hace ya muchos años, una frase de Carlos Boyero sobre La lista de Schindler que la distribuidora tuvo la inteligencia de imprimir en los carteles de la película: “Su larga duración no cansa, descansa”. Estoy totalmente de acuerdo con Boyero, hay películas de 80 minutos agotadoras y otras de 200 que se pasan en un suspiro. Ahí tenemos a Lawrence de Arabia, por citar solo un ejemplo de estas últimas. El gran pero de El Renacido (The Revenant), es que emplea 150 minutos en contarnos algo que podría haber hecho en 90.
Ya sé (o mejor dicho intuyo), que intentar salir adelante abandonado en la nieve y con graves lesiones por el ataque de un oso no debe de ser fácil. Pero Iñárritu no consigue dotar a esta parte de la historia de incentivos suficientes para mantener la atención, con lo que tras una hora inicial brillante, nos vemos abocados a una segunda hora en la que practicamente nos limitamos a ver a DiCaprio aterido de frío y arrastrandose por la nieve mientras deseamos que se recupere (como sabemos que va a hacer por el propio título), para ver qué nos depara el filme cuando llegue ese momento.
Y hay que reconocer que esa media hora final es memorable y logra que la película termine en alto, truco que también demuestra que Iñárritu ya es un director de la lista A de Hollywood.
Al margen de DiCaprio, es justo reconocer el trabajo de Tom Hardy. El actor inglés crea un personaje tan repugnante en la superficie como entendible en el fondo. El paradigma del instinto de supervivencia más primario amoral. Hardy tiene una presencia descomunal y su voz (imprescindible verla en V.O) aterra y fija la atención en cada sílaba que pronuncia. También merece mención Domhnall Gleeson, que demuestra con este papel y otros como el de Una cuestión de tiempo, que lo de Star Wars: El despertar de la Fuerza no fue culpa suya y que, a veces, los refranes como “de casta le viene al galgo”, se acuñan por algo (Domhnall es hijo del gran Brendan Gleeson).
Me agrada hasta cierto punto el Iñárritu virtuoso que se gusta a sí mismo, pero sobra en El Renacido (The Revenant), además de metraje, tanto detalle onírico (primera vez en la filmografía del director que me molesta este aspecto). Creo que El Renacido (The Revenant) pedía un director que estuviese más al servicio de la historia que de su ego. Ahí tenemos al añorado Sidney Pollack, que en una hora menos supo crear esa maravillosa obra maestra que es Las aventuras de Jeremiah Johnson.
Aún con todos los inconvenientes que he encontrado, estamos sin duda ante un filme notable, que me deja con ganas de que llegue el siguiente trabajo de Iñárritu. Espero que para entonces se haya calmado y haya asumido ya su condición de director estrella para volver a su cine más personal, el de Amores Perros, 21 Gramos o Birdman.
3 / 5