A principios de año aplaudía con las orejas por el soplo de aire fresco que supuso la primera temporada de Hemlock Grove, una renovada puesta al día del culebrón más puro bajo el influjo de la luna llena.
La serie se pasaba en un suspiro y nos dejaba con ganas de más una vez descubiertos todos los recovecos llenos de mentiras y falsas esperanzas, así que esperamos impacientes y con mucha curiosidad la segunda temporada.
La segunda temporada de Hemlock Grove aterrizó en Netflix el pasado 11 de julio y, como imaginábamos, se devora en un santiamén, detalle que sigue siendo su mayor virtud: entra sola.
¿Está a la altura de las expectativas? Es muy difícil responder de manera sencilla a esta cuestión. Para empezar no estaría mal saber qué puede esperar alguien en una serie como ésta. Si uno tiene por expectativas su ligereza para volver lo blanco a negro y viceversa, según convenga en cada episodio, la serie cumple.
Si lo que esperas de sus nuevos episodios son un mayor número de secuencias grotescas, violentas y miles de litros de sangre, también te darás por satisfecho. Porque a falta de episodios, ya que esta temporada cuenta con solo diez en lugar de trece como la anterior, los responsables se encargan de aumentar el número de situaciones rocambolescas y momentos ridículos, siempre en favor de la diversión del televidente.
Todos los supervivientes de la anterior temporada repiten en la nueva sesión, aunque algunos sean comparsas a las que despachar rápido para poder llegar al grano rápidamente. Pero, ay el grano.
Si en la anterior tanda teníamos una investigación abierta (aunque luego todo fuera un truco de primero de guión) que mantenía tanto nuestra atención como el rumbo de la serie, lo que no termina de funcionar en esta nueva temporada (seamos serios) es que si algo brilla por su ausencia es una trama en línea recta, con pies, cabeza y sentido que reclame nuestra atención. La segunda temporada de Hemlock Grove, la segunda temporada más demencial de la televisión, está formada por retales y microuniversos que confluyen en una moderna (y muy depalmiana) casa de cristal.
Los personajes siguen comportándose como idiotas, pero ahora ya conocemos la razón de su idiotez: están metidos en la serie más idiota que hemos visto en muchos años. Pero cuidado, jamás menospreciaría un producto como Hemlock Grove por su idiotez, precisamente por ser su punto fuerte. Su idiotez y lo escabroso de unos nuevos desvíos hacia lo escatológico que te volarán la cabeza.
Shelley, como dejaba claro desde el principio la primera temporada, bebe más aún de las fuentes del personaje de Frankenstein en esta segunda temporada, Peter y Roman sufrirán en sus carnes las consecuencias de su naturaleza (aunque luego, como cabía esperar, nada importará demasiado), la prima visionaria seguirá ganándose nuestro corazoncito (y su pareja será un claro ejemplo de la arbitrariedad de esta serie) y algún personaje nuevo nos proporcionará buenos momentos y bochornos a partes iguales. Con esos recortes de episodios y velocidad de la luz para atropellar su (escaso) argumento, no tengo muy claro que vayamos a ver una tercera temporada, pero si tenemos en cuenta el clímax del último episodio, sería de cárcel no hacerla. Aunque también es de cárcel el último “(d)efecto especial”, una aberración que será difícil olvodar y que cuesta comprender cómo ha pasado un control de calidad del producto.
Para que todo quede claro del todo, recomiendo el resumen de temporada narrado por Eli Roth, con un tono y unas sentencias que ya no dejan lugar a la duda: Hemlock Grove es una coña marinera.
Abstenerse gente muy seria y fanáticos de HBO.
Última actualización: 26/07/2014