Hace ya muchos años, en una galaxia muy lejana, los subproductos y el cine de serie b sin mayor pretensión que hacer pasar un buen rato, nos dejaba perlas del calibre de Deep Rising, La Momia o 2013: Rescate en L.A.
Pero los tiempos han cambiado, y las películas que ahora tratan de llenar ese hueco, lo hacen con otras pretensiones y con presupuestos multimillonarios que en nada se parecen a aquellas entrañables obras de orfebrería.
Hace un par de temporadas, Louis Leterrier, director de las dos primeras partes de la simpática Transporter, desempolvaba el péplum sobrenatural y mitológico para trasladarnos a la mitología griega y contar, muy rápido, muy mal y muy a su manera, el mito de Perseo, hijo de Zeus y padre de los dioses griegos, en Furia de Titanes. Y allí no había más que algún peligroso plano contrapicado a algún hombre con falda. A pesar de todo, la película recaudó suficiente dinero como para que sus responsables accedieran a ampliar su mitología.
Ahora se presenta en unas tres dimensiones menos mareantes, pero igual de pobre y carente del espíritu necesario para tal campaña. Si en la primera parte no existía el humor, aquí aparece por imposición, muy forzado y hasta sonrojante. Sam Worthington demuestra una vez más que no tiene nada que aportar al cine y Jonathan Liebesman seguirá sin tener un título memorable hasta que veamos si, finalmente, Michael Bay le produce ese reboot de las tortugas ninja. Porque ahí sí deberíamos echarnos unas risas. Ojalá.
A mi me ha resultado divertida, quizás menos que la primera parte la cual también me gustó, pero su corta duración, su gran contenido de mitología y su ritmo rápido la convierten en un gran instrumento palomitero, ofrece exactamente lo que aparenta, sin mas. Por cierto, Chronos esta realizado de forma espectacular, efectos especiales de primerísimo nivel, y esa batalla final a lo Dragon Ball Z no tienen desperdicio. Una cosa esta clara, jamás habrá otra película mitológica como la maravillosa Jasón y los Argonautas.