Después del éxito de Venganza (Taken, Pierre Morel, 2008), han sido varios los intenos por igualar los resultados de la producción de Luc Besson, tanto en Europa como en el resto del mundo. Hasta ahí, todo resulta bastante lógico. Lo que no termina de encajar es que los guionistas de Giallo o Kraken pretendan crear la más mínima tensión con el secuestro de la hija de otro astro de la gran pantalla, en este caso Nicolas Cage.
Nuestro simpático Paco Cabezas, director de Carne de neón y resposable de los guiones de Sexykiller o Spanish Movie, da el salto a los Estados Unidos para rodar una historia ajena pero que, en teoría, se mueve en los mismos bajos fondos que su respetada película de 2010, pero a la que no puede meter mano como él hubiera querido. Y se nota.
Se nota que el ejercicio no es más que un encargo (algo muy respetable, quién no querría dirigir una película norteamericana por malo que sea el guión) y Cabezas no aporta nada destacable, principalmente porque no haydónde hacerlo.
Nicolas Cage como un antiguo criminal reformado y con una nueva vida siempre es una garantía, y la desaparición de su hija un aliciente estupendo aunque repetitivo, pero el desarrollo de los acontecimientos no está a la altura, digamos, de un producto digno. Sus personajes y decorados recuerdan más a la ola post-Guy Ritchie (no ya Tarantino) incluso más que la simpática Carne de Neón.
Soluciones visuales de primero de escuela de cine, secundarios aburridos (Danny Glover, Peter Stormare) y, eso sí, una excelente fotografía de Andrzej Sekula (Reservoir Dogs, Pulp Fiction), no son suficientes razones para aprobar Tokarev. Lo plano de su desarrollo, lo seco de su puesta en escena y sus piruetas imposibles de guión pesan más que sus pocas virtudes.
2 / 5