Hace ya algún tiempo que el terror comercial arroja sobre nuestras pantallas subproductos sin personalidad ni mayor ambición que recaudar todo lo que puedan durante el su primer fin de semana de exhibición. De todo el universo de terror cinematográfico, el subgénero de posesiones infernales es un filón importante de cara al gran público y producciones como El exorcismo de Emily Rose, El Rito o Exorcismo en Connecticut pasan sin pena ni gloria y algunas, además, logran ofender a los seguidores incondicionales, como en la reciente (y repugnante) Devil Inside.
The Possession (El origen del mal), no cae tan bajo como esta última, pero tampoco se esfuerza en aterrar al espectador ni en resultar original o sorprendente, convirtiéndose en el enésimo ejercicio de terror con torpeza que tanto molesta a los que esperamos el retorno del terror con sorpresa. Ni Sam Raimi (a través de Ghost House Pictures) ha sabido insuflar la energía que sí tenía su fabulosa Arrástrame al infierno a otra estúpida película de terror basada en una historia real.
Variación judía de El Exorcista, The Possession pierde el tiempo en mostrar a una familia rota que se unirá de nuevo en busca de una solución al extraño comportamiento de su hija menor. Los síntomas que arrastra la pequeña son los mismos que muestra la película: tópico tras tópico en busca de un susto que nunca llega y una resolución demasiado idiota como para resultar aterradora.
Si aún no has visto El último exorcismo, ponte al día y olvida el resto de exploraciones exploited de todas las demás. Al menos aquella tenía sentido del humor y mucho cariño hacia el género.