Decir que Jauja no funciona para todos los públicos es lo primero que vale la pena mencionar antes de comenzar a hablar sobre ella. También resulta atinado destacar que se trata de una película difícil de analizar, puesto que pertenece a una de esas tantas proyecciones a las que les cabe el mote de “festivaleras”, algo que hace a este tipo de propuestas bastante especiales y diferentes de lo que usualmente se exhibe cinematográficamente. Su director, el excéntrico Lisandro Alonso, recrea un drama que por momentos muta hacia una suerte de western o incluso hasta parece mezclar componentes de fantasía.
El film adquiere un status más importante al contar con la presencia de Viggo Mortensen, quien se ha mostrado en más de una oportunidad satisfecho por apoyar y formar parte del cine argentino. El actor de la saga The Lord of the Rings es probablemente lo que mejor funciona en esta singular cinta.
Una de las principales dificultades para generar interés en Jauja está dada en su ritmo: todo acontece de forma lenta en demasía; a cada secuencia parece sobrarle tiempo al someter al espectador a la observación de escenas largas que tardan en llegar a su corte. El carácter estático de la historia se reduce además al enfoque elegido para plantar los acontecimientos en la pantalla: la cámara no se mueve, se limita a un solo plano, haciendo las cosas aún más pausadas y cercanas a lo soporífero.
Lisandro Alonso ha demostrado ser un realizador para nada común, y quizás esa distinción le haya jugado en contra en este último trabajo. Más allá de algunos tramos poseedores de una curiosa extrañeza hipnótica, en el relato priman los silencios y crecen los aires de densidad. Las casi dos horas de metraje finalmente elegidas para volcar a la práctica la narración obran más bien como un desatino que desfavorece aún más a la proyección.
Una película en la que los diálogos no tienen demasiado espacio (algunos se sienten forzados en su afán de sonar poéticos). Se prescinde de ellos al servicio de una puesta en escena prácticamente artística. Allí, en lo que concierne a la labor de fotografía, a los paisajes y a todo aquello asociado al apartado técnico, Jauja tiene otro sabor. No hay música sino sonido ambiente, intentando dotar a la historia de un aire parsimonioso, armónico.
Pretencioso, cansino y dando la sensación a cada instante de resultar rebuscado, el producto de Alonso acaba siendo un film controversial, de esos que dividen aguas, de detractores y defensores, en el que cada cual tendrá sus justificaciones para atacarlo o defenderlo. Armarse de paciencia para su visionado es de vital importancia.
1.5 / 5