El plano secuencia es un ejercicio artístico que muchos cineastas no se atreven a realizar por miedo al fallo. No es realmente sencillo jugarlo todo a una única toma. Grandes cineastas como Alfred Hitchcock en ‘La soga’ o Alexander Sokurov en ‘El arca rusa’ lo hicieron pero el realizador alemán Sebastian Schipper se atreve a dar un paso mayor con ‘Victoria’, una película que es un auténtico plano secuencia único de dos horas y veinte minutos.
El escenario es el barrio de Kreuzberg, en pleno corazón de Berlín. Victoria es una joven española que dejó su Madrid natal para instalarse en la capital alemana. Durante una noche en una discoteca, conoce a un grupo de cuatro jóvenes que le invitan a acabar el resto de la noche con ellos. Son las cuatro de la mañana, es tarde, pero Victoria se atreve a acompañarles. En dos horas y veinte, la vida de la muchacha cambiará radicalmente por los acontecimientos que ocurran tras seguir a ese grupo de chicos.
Es un relato que empieza potente, una joven es tentada por cuatro demonios a entrar en un laberinto oscuro. El espectador conecta con la muchacha inmediatamente gracias a ese plano secuencia con el que Schipper no deja opción a otra decisión. Con lo cual, el público debe identificarse con Victoria. Un arma de doble filo pero que gracias a Laia Costa logra que desde el primer instante se quiera seguir con la vida de esa chica española que ha probado suerte en Alemania.
Y todo parece bien, el plano secuencia da la sensación de estar viviendo en tiempo real, de ver una cámara que realmente sigue a esos cuatro amigos y la joven. Sin embargo, Schipper sabe que no puede simplemente mostrar a cinco personas divirtiéndose por la noche, durante esa velada se sabe que hay algo que puede estallar, se siente en el ambiente que Victoria ha entrado en un círculo que le puede llevar a la perdición. Pero el realizador sabe ocultar muy bien esa percepción llevando la historia por un relato de amor que recuerda a ‘Stockholm’, chico conoce chica, se gustan y después de ven las consecuencias de esa entrega, de esas confidencias.
Sin embargo, Schipper pretende llevarla a otro nivel. El director no se conforma con una velada de confidencias y algún que otro exceso, no. Y ahí reside el gran error de ‘Victoria’, el querer ambicionar más de lo que realmente debe ofrecer. El realizador, que estuvo en el reparto de ‘Corre, Lola, corre’ de Tom Tykwer, decide hacerle un homenaje provocando que ese drama romántico se transforme en un thriller lleno de acción que le da demasiado artificio a esta producción de corte autoral.
Y ese extra de acción hace que la película llegue hasta las dos horas y veinte minutos, demasiado para un único plano secuencia. Sin metáforas y convertida en algo que diferente, se llega a la conclusión de que el director no sabía exactamente que quería contar. Ese único plano llega a cansar, no dejando tregua al espectador en ese supuesto descenso a los infiernos.
Hay que aplaudir la valentía de crear una historia de esta forma pero no por ello acepta un relato que se vuelve inverosímil y que si no llega a ser por su reparto, con una Laia Costa que se entrega completamente a su papel, ‘Victoria’ no podría llegar a ese calificativo de película que debe verse. Un auténtico tour de force con un relato excesivo.
3 / 5