Muy atrás quedan aquellos tiempos donde un actor era el principal reclamo de una película, cuyo nombre era la primero que divisábamos en cada cartel publicitario, y en la parte inferior del mismo, con letra pequeña, aparecía el título del film. Pero esta profunda extinción aún conserva auténticas bestias del celuloide que se resisten a claudicar ante el paso del tiempo, y eso es lo que tiene Denzel Washington, capacidad para llenar más la pantalla que una bomba de neutrones.
En The Equalizer, Denzel vuelve a acompañarse del cineasta Antoine Fuqua, y aunque no estemos ante una obra maestra del calibre de Training Day (ni lo pretende) sí que consigue lo que se propone, ofrecernos un festival de acción y secuencias impactantes para mayores de 18 años traduciéndose en un conglomerado frenético de diversión difícilmente rechazable.
Con Denzel Washington en la palestra, era de esperar que los secundarios fueran más secundarios que nunca. Siempre es agradable ver el talento de Chloe Moretz, aunque su presencia aquí es testimonial en su forma física (su incidencia en la trama es el detonante de la misma), y el jefe final de turno, Marton Csokas, es una suma de todos los clichés de un malo malísimo clásico y básico.
The Equalizer, basada en una serie de televisión de los 80, bebe mucho de esa época. Un protagonista tan implacable como silencioso e inaccesible, con una continua lucha interna que guía sus actos, una guerra uno contra todos, y frases lapidarias que serían la envidia de Marion Cobretti. Pero lo mejor de todo ésto es como se nos presenta, con una estética visual actual y un inteligente uso de cámaras, que forman un conjunto muy sólido y que se convierte en una de las grandes sensaciones en el género del año.
Pero la última colaboración Washington/Fuqua también tiene sus sombras, las cuales, pese a no incidir de forma directa en su capacidad de entretener, sí que evitan catalogarla más allá del notable. Grandes similitudes con Venganza, en la motivación del protagonista y sus enemigos; tendrás que dar pleno derecho a la suspensión de incredulidad para tomarte en serio alguna que otra escena; y demasiada oscuridad en buena parte de las escenas de acción.
The Equalizer (El Protector) no es un ejemplo de originalidad, pero orquestada por un siempre sensacional Denzel Washington, y un ritmo adrenalínico que se mantiene entre secuencias de impacto, luchas de órdago, y tensas conversaciones, consigue que golpe a golpe, dolar a dolar y muerto a muerto, la función termine con el público sonriente, feliz y sin remordimientos por el alto coste de las entradas. Sobradamente, ¡Nos vale!
3.5 / 5