Federico García Lorca, autor de ‘Poeta en Nueva York’ o ‘Bodas de sangre’, dijo: “Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio”. Tras la extraña ‘Sólo los amantes sobreviven’, vuelve el Jarmusch más intimista y lírico con la magnífica ‘Paterson’, protagonizada por Adam Driver, presentada en la Selección Oficial del 69º Festival de Cannes y premio al mejor actor por la Asociación de Críticos de Los Ángeles.
Costumbrismo con firma de autor
Paterson trabaja como conductor de autobús en una ciudad que se llama como él, en Nueva Jersey, el mismo lugar donde nacieron figuras como Lou Costello o Allen Ginsberg y villa donde también nació el conductor. Su rutina es casi la misma todos los días, se levanta temprano, sin tener que usar la alarma del despertador, y hace su ruta. Pero hay algo más, Paterson aprovecha varios momentos de la jornada para escribir poesía, su pasión, con la que habla de su propia visión del mundo.
Con ‘Paterson’, Jarmusch vuelve a demostrar ser heredero del cine costumbrista de maestros japoneses como son Yasujiro Ozu o Mikio Naruse, aunque en clave occidental y con pinceladas de John Cassavetes. El cineasta tiene la excepcional habilidad de narrar acontecimientos aparentando que no ocurre nada, como realiza elegantemente Hirokazu Kore-eda con películas como ‘Nuestra hermana pequeña’ o ‘Después de la tormenta’. De hecho, el cineasta firma su mejor películas desde ‘Flores rotas’.
Adam Driver, soberbio protagonista de Paterson
En ese sentido, Jarmusch sumerge al espectador en una semana con Paterson, en la que descubre su pasión por la poesía y cómo ésta funciona para crear un tipo de diálogo interno de forma plenamente cinematográfico. Sus rutinas repiten esquemas pero no significados, cada día tiene un detalle distinto que mostrar: El amor hacia su esposa Laura, artista también pero completamente opuesta, las vidas de sus pasajeros, en los que se pueden ver a jóvenes amantes del boxeo, treintañeros fanfarrones, adolescentes idealistas o señoras mayores, la gente del bar al que va, tan variopinta como el propio barrio. De esa forma, el cineasta de Ohio hace una radiografía tanto del protagonista como de la ciudad que le rodea.
Hay amor, arte y una armonía plena en cada plano de la película, Adam Driver transmite una pasión tranquila, como Emily Dickinson, citada en la película, sobria y excepcional. El actor vuelve a hacer alarde de su contención y de hacer evidente su talento innato para el cine de autor. A su lado una excelente partenaire, la iraní Golshifteh Farahani, a la que se le pudo ver recientemente en ‘Altamira’.
Una película magistral, excepcional
Con poesía de Rod Padgett, cuyos versos son los que recita Paterson como suyos en la cinta, y referencias a William Carlos Williams, Jarmusch firma una obra maestra. Una maravilla del día a día, un canto de amor a la rutina, una demostración de que el arte puede venir de cualquier clase y profesión, como la de un antiguo militar reconvertido en conductor de autobuses. Como ocurrió recientemente con ‘Verano en Brooklyn’ de Ira Sachs o ‘Nebraska’ de Alexander Payne, ‘Paterson’ es una delicada pieza de coleccionista, el amar la tranquilidad que da el paso del tiempo, que otorga la propia vida. Costumbrismo estadounidense en estado puro.