Ahora que Eli Roth parece insistir en abandonar el podio de la casquería cool, Kevin Smith, sí, el de Clerks, recoge el testigo sin quitarse la gorra.
Después de la extraordinaria (y vapuleada) Red State, Smith regresa con otro cuento de horror aún más descerebrado si cabe. Porque Tusk no es una peli al uso: es una apuesta.
Todo viene del podcast mítico (suena en los créditos finales de la peli) donde Smith y compañía desvarían con una historia rocambolesca que iban contando sobre la marcha. Al final, el director ofrece la posibilidad de sacarlo adelante dependiendo de los votos de los oyentes. El resultado final se estrena hoy (de tapadillo) en España.
Tusk es desagradable, angustiosa, ridícula y muy divertida. Un redoble de tambores con una polla de morsa. No es The Human Centipede ni tampoco Freaks, pero tampoco lo pretende.
Kevin Smith provoca de nuevo y cumple con nota, en parte porque la incredulidad más extrema se apodera inevitablemente del espectador más curtido y porque la elección de casting es fabulosa. Desde Justin Long a la hija del Puma, destacando por encima de todos un Haley Joel Osment al que hacía mucho que no veíamos por nuestras pantallas y el habitual Michael Parks, principal responsable del buen tono de los últimos films de Smith.
No sabrás si reír o llorar (citando a los Toreros Muertos, también puedes vomitar), pero prepárate porque la indiferencia es algo que no va con Tusk.
Estás avisado.
4 / 5