Daniel Craig vuelve a ponerse el esmoquin y la pajarita en su tercera aventura como James Bond en Skyfall, película número 23 de la saga y primera que dirige Sam Mendes.
Skyfall es cine espectáculo desde el primer minuto, con una secuencia de acción marca de la casa impregnada de cachondeo elegante que da paso a los créditos habituales y a la nueva canción, interpretada por Adele y que no está nada mal.
Tras una operación que no sale demasiado bien, el servicio secreto se vuelve patas arriba cuando un hacker roba las identidades de todos los agentes encubiertos y los sube a youtube. A estas alturas de la película y después de tantos y tantos villanos y esbirros, el plan de la nueva némesis del agente, interpretado por Javier Bardem, no sorprende por su originalidad. De hecho, podríamos decir que la trama de Skyfall se parece mucho a la de la primera Misión Imposible.
Chicas, claro, hay un par. Bérénice Marlohe no destaca precisamente por su interpretación, logrando que el recuerdo de Denise Richards mejore, y Naomie Harris pasa de vez en cuando por ahí para afeitar a Bond o comentar las mejores jugadas del partido.
Hay un nuevo Q, M lo pasa mal y viajamos mucho por el mundo, como debe ser. El mayor lastre de la -espectacular- propuesta de la película está en la escasa innovación de su planteamiento y desarrollo, que pasa por todos los momentos cumbre del cine de acción de los últimos años, y han sido muchos y mejores.
Además, la influencia de Christopher Nolan, del que se rumorea, y mucho, que puede tomar las riendas en el próximo Bond, es muy alargada, sobre todo a la hora de recordar localizaciones y resoluciones que parecen tomadas de Origen o los dos últimos caballeros oscuros, algo que, a mi parecer, es totalmente innecesario aunque estemos ante el rise and fall del personaje.
Eso sí, el tercer acto de la película es prodigioso, inesperado y una declaración de amor a un personaje del que sabíamos lo justo y que nunca jamás había tenido que mirar tan atrás. Ese tramo final de la película es realmente el que da valor al título, pero para llegar hasta ahí hemos tenido que dejar por el camino un buen montón de paja genérica. Aún así, Skyfall no es ninguna decepción y se agradece el esfuerzo por mostrar todo lo que aparece en la pantalla perfectamente nítido. Un paso adelante en el intento de devolver al personaje al mundo real, donde no necesita más que una pistola -eso sí, activada a través de la huella de la palma de su mano- y un invento llamado radio.