Tras ver el regreso del Péplum o el Western, ahora le toca el turno al cine Bíblico, siendo Noé su máximo exponente. Dirigida por el siempre personal Darren Aronofsky, de trayectoria inmaculada, y siendo sus dos últimos estrenos El Luchador y Cisne Negro, ya podemos imaginarnos que Noé no sería una epopeya bíblica más.
Sin entrar en creencias o fé, la Biblia, es uno de los escritos más dados a la fantasía y a la hipérbole. Este hecho ha sido utilizado a destajo por Aronofsky para su representación de ese pasaje conocido por todos, donde un hombre humilde llamado Noé, será el elegido por “el Creador” para salvar a las diferentes especies animales de un diluvio universal que acabará con la humanidad.
Poco tardaremos en darnos cuenta de que la representación visual y el desarrollo de los acontecimientos irán más encaminados a Jasón y los Argonautas de Don Chaffey, que a Quo Vadis o La historia más grande jamás contada. Entre golems de piedra aplastando y machacando a centenares de personas (y también como mano de obra barata para la construcción); un Noé que en los tres primeros minutos del metraje ya habrá acabado con las vidas de tres merodeadores; y unas batallas cuyo número de efectivos deja en pañales al Señor de los Anillos, señalan aquí el marcado carácter comercial anteriormente poco habitual en este director.
Pero bajo esta fachada, Aronofsky nos planteará a lo largo y ancho de Noé diferentes dilemas morales para la reflexión del espectador. El ayer y el hoy en forma de preguntas enfrentadas, entre el bien y el mal, la venganza y el perdón, la compasión y la justicia, o el amor y la muerte. Todo ésto es llevado al extremo, tanto visual como psicológicamente, con el castigo, el sufrimiento y la muerte por bandera, como si de la Divina Comedia de Dante se tratase.
Russell Crowe vuelve a mostrar que es el comodín perfecto para aquel blockbuster y superproducción que se precie. En modo Walter White durante la construcción del arca y el viaje en ella, su Noé infunde más respeto y temor que el villano estereotipado de la obra. Destacar también la magnífica actuación de Emma Watson, como perfecto contrapunto al modo psicótico del protagonista.
Una fábula donde los animales y su pureza son los verdaderos protagonistas, con un alto presupuesto de 125 millones pero con cada uno de sus dólares bien presente en pantalla, y donde la épica se intercambia golpes con el tedio. Una extraña y difícil mezcolanza de géneros que no permiten al desarrollo de Noé dirigirse hacia un camino claro. Sin duda alguna, el trabajo más pretencioso de Aronofsky, pero posiblemente el que más rápido se olvidará de toda su filmografía.
2.5 / 5
